martes, 25 de octubre de 2011

Sólo el aullar de una bestia.




Y después de haber estado tan perdido
recupero el habla y digo que mi soledad es un mundo bello.
Los seres que me habitan traicionaron al hombre,
se convierten en bestias salvajes.
Sin leyes, sin costumbres, sin velos ni pudor.
Entre estos bosques imposibles,  encontré sueños rotos,
vi  dioses de barro devorados por fauces de montañas,
vi como todos los días tienen la misma fecha,
el tiempo se estanca como un rio agotado.

Aquí, nadie engaña.
Los bosques se tiñen de colores pardos,
las hojas caen maduras y el frío se hace puñal
cuando las noches descienden a plomo negando los colores
transformando los sonidos en prudencia y recelo.

Pero nadie engaña.
Nada cambia si está envuelto en soledad.

Son los besos los que fingen
se disfrazan con el dulzor de la miel
Para cubrir su amargor de hiel.
No fueron los bosques los que me perdieron.
Me perdieron los ojos con lágrimas
los lamentos callados,
los suspiros ahogados.

Me lo dijo esa noche de luna llena,
un viejo fuego de crepitar tranquilo,  
sin calor, delirio, ni entusiasmo.

Tan sólo los aullidos de mis bestias pusieron allí la pasión.

 

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