Según dicen los que más saben, todos nacemos con algún talento especial. En mi caso, fui agraciado con un par de ellos: mansedumbre y pésima memoria. El primero, me ha servido para resignarme ante todas las adversidades que me trajo la vida y el segundo, para olvidarlas o si acaso, barruntarlas lejanas, como una vaga ilusión, algo similar a lo que pueda percibir del futuro un vidente.
Hasta ahora estas virtudes han sido un elemento sustancial en mi vida. Como parientes próximos, nunca me dejaron de la mano de Dios; siempre me anduvieron rondando esperando la llegada de la vejez y el abandono, los otros dos parientes pobres de la muerte.
Toda una vida dedicada al presagio de lo intrascendente de vivir, producto de una memoria menguante que va perdiendo los apuntes y las señales que indican cuales fueron los caminos recorridos.
Pero como todo final feliz, esto acabará resolviéndose con una bonita lápida donde cualquier cosa pudiera ser escrita.
"memoria menguante que va perdiendo los apuntes"
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