Es curioso como van quedando residuos de casi todo. En nuestro interior quedan siempre unas cenizas, de lo que ardió, unos posos de lo que se derramó o simplemente los ecos de aquellas voces que escuchamos.
Es cierto también, que basta muy poco para remover esas cenizas. Tan solo una mención, una invocación y una evocación del viejo recuerdo fluye espontanea, aunque siempre con el recelo y la desconfianza de la fidelidad de esta remembranza.
Hace tiempo que dejé de revisar esas viejas fotos donde ya apenas reconozco lugares o personas. Dejé ya de adivinar este pasado extraviado porque es menos costoso que intentar asumir una identidad desconocida y extraña.
La memoria es un bien frágil y desgraciadamente el olvido una perdida irremediable.