Uno a veces encuentra lugares en donde las noches duran una eternidad. Noches donde el durmiente no encuentra ni la paz interior, ni el remedio a esos males que de vez en cuando la conciencia esparce y esconde en lo más secreto de los remordimientos. Es como si hubiese siempre un ruido contrapuesto al silencio y a la desolación de las calles vacías, es como si para la conciencia el sueño ya no fuera suficiente.
Es en la eternidad de esas noches donde nadie nos quiere, donde menos valemos.