miércoles, 25 de noviembre de 2015

Regresar. ¿A dónde?



Cada vez que regreso, el peaje que pago es más alto, especialmente a estas alturas de emociones poco definidas o más bien contradictorias, en donde no queda ya nada de esa conciencia cabal. Son malas sensaciones a las que ya ni siquiera se les busca la más mínima justificación. Frustraciones por el desamparo que propicia la soledad, o simplemente miedo a perder ese norte que, aunque ya difuso, tantos años me ha servido de guía en esta vida.

En cualquier caso,  hay que seguir cumpliendo con la rutina porque, como todo el mundo sabe, el que no regresa, no se puede volver a ir.

El único consuelo es saber que dentro del propio mundo hay otros muchos mundos. Cada personaje crea su propio viaje, su propia vida, su propio mundo y aunque parezca asombroso ni todos los viajes son de ida y vuelta, ni todas las vidas pueden comprobarse. Por eso, es mejor pensar que ni siquiera existen.
Aún así, cada vez que regreso de cualquier lugar, se genera una inevitable inquietud por ese destino distinto, si en vez de volver no lo hubiera hecho, es como regresar del lugar al que no se vuelve.

Pero no hagan caso, poco puede aventurar este ignorante, solo alguna consideración extraída de su propia experiencia y como mucho alguna presunción poco fiable.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Espejos en otoño







En este punto quebrado por la ilusión
del espejo, paseo la mirada por un
paisaje que remite a ese único lugar
donde las aguas se aquietan mansamente,
detenidas en la orilla de otros tiempos.
Observo este otoño de increíbles matices áureos,
con sus hiedras rojizas,
y su lluvia amarilla, que cae lenta
sobre un estanque tendido a la sombra
mientras refleja en su tremenda quietud,
nubes envueltas en el azul más puro, 
nubes proclives a cualquier forma, 
importunadas tan solo por la estela negra 
de vencejos inconscientes de su belleza.

El espejo va diciendo que quedan pocos años
y escasos sueños con presagios
que se incumplirán por adelantado.
El reflejo, señala acusador a ese  futuro sin remitente
ni señas correctas, pero obstinado en llegar.
Todo sucede en este último declive de otoño,
que exige una rendición sin clausulas alternativas.