lunes, 4 de julio de 2016

Debilidades del inconsciente.





Vengo barruntando desde hace tiempo, a lo mejor, es esta costumbre de soñar despierto lo que más me perjudica, pero no poseo control alguno sobre estas evasiones del mundo terrenal que normalmente acaecen sin mostrar el más mínimo indicio que me prevenga de ellas.
Estas ausencias nunca son premeditadas, vienen siempre de una manera sibilina y silenciosa. Quedo embelesado o abstraído hasta que alguien repara en mi estado y palmotea a mi lado para devolverme al mundo de la realidad.


Excuso estas debilidades pensando que la culpa es del inconsciente, que me obliga a marchar a ver si encuentro las razones de las que nacen las tristezas o las alegrías.

Estos viajes, suelen comenzar de las maneras más dispares, a veces me voy volando tras la primera mosca que pasa,  otras, me quedo enganchado al segundero del reloj y con él doy mil vueltas dentro de su misma esfera que se convierte en algo tan grande como el mundo; pero generalmente son las ventanas las que aventajan a todos los demás objetos a la hora de proporcionarme ese placer del ensimismamiento.
Me marcho por ellas sin ninguna voluntad de hacerlo. Dejo un cuerpo indolente y flojo a este lado del cristal y me marcho empujado por una especie de vicio o placer similar al del caminante que ve una senda y no puede evitar seguirla. Por eso a esta penitencia que somete mi voluntad a imprecisos deseos la he dado en llamar "ventanismo".

Cuando hago "ventanismo", no visito lugares precisos, me quedo en las bagatelas del tiempo y del recuerdo, aun cuando desde allí reconozco la vida con toda su intención, veo como va por un único camino; y aunque en este estado de arrobamiento, no puedo asegurar que los sentidos perciban señal alguna,  tengo la certeza de que no estoy en ese camino único que traza la vida.
Todo se detiene aunque yo siga morando en mi propia ausencia, en este indefinido estado durante un tiempo que también se dibuja impreciso.

Cuando vuelvo de este alelamiento, siempre me detengo unos instantes en el interior de los cristales, me pregunto cual es el misterio que guarda ese par de milímetros donde se produce la magia de la transformación del mundo real al mundo del ensimismamiento y como un tonto que no sabe responder, simplemente sonrío, igual que cuando era niño sonreía a mi madre cuando me preguntaba por qué había hecho alguna trastada.