Vengo barruntando desde hace tiempo, a lo mejor, es esta costumbre de soñar despierto lo que más me perjudica, pero no poseo control alguno sobre estas evasiones del mundo terrenal que normalmente acaecen sin mostrar el más mínimo indicio que me prevenga de ellas.
Estas ausencias nunca son premeditadas, vienen siempre de una manera sibilina y silenciosa. Quedo embelesado o abstraído hasta que alguien repara en mi estado y palmotea a mi lado para devolverme al mundo de la realidad.
Excuso estas debilidades pensando que la culpa es del inconsciente, que me obliga a marchar a ver si encuentro las razones de las que nacen las tristezas o las alegrías.
Estos viajes, suelen comenzar de las maneras más dispares, a veces me voy volando tras la primera mosca que pasa, otras, me quedo enganchado al segundero del reloj y con él doy mil vueltas dentro de su misma esfera que se convierte en algo tan grande como el mundo; pero generalmente son las ventanas las que aventajan a todos los demás objetos a la hora de proporcionarme ese placer del ensimismamiento.
Me marcho por ellas sin ninguna voluntad de hacerlo. Dejo un cuerpo indolente y flojo a este lado del cristal y me marcho empujado por una especie de vicio o placer similar al del caminante que ve una senda y no puede evitar seguirla. Por eso a esta penitencia que somete mi voluntad a imprecisos deseos la he dado en llamar "ventanismo".
Cuando hago "ventanismo", no visito lugares precisos, me quedo en las bagatelas del tiempo y del recuerdo, aun cuando desde allí reconozco la vida con toda su intención, veo como va por un único camino; y aunque en este estado de arrobamiento, no puedo asegurar que los sentidos perciban señal alguna, tengo la certeza de que no estoy en ese camino único que traza la vida.
Todo se detiene aunque yo siga morando en mi propia ausencia, en este indefinido estado durante un tiempo que también se dibuja impreciso.
Cuando vuelvo de este alelamiento, siempre me detengo unos instantes en el interior de los cristales, me pregunto cual es el misterio que guarda ese par de milímetros donde se produce la magia de la transformación del mundo real al mundo del ensimismamiento y como un tonto que no sabe responder, simplemente sonrío, igual que cuando era niño sonreía a mi madre cuando me preguntaba por qué había hecho alguna trastada.
Hacía tiempo que no lo visitaba, estaba ocupada. "En cosas más importantes", dirá usted, y lo único que le puedo contestar es: Si, no, no sé, en otras cosas. Lo curioso, lo que me gusta es que me han llevado de paseo en un barquito cruzando el mar y allí, en la borda, tirada boca arriba, veía como cambiaban de forma, color y textura las nubes y también, a mi, me llegaba el ensimismamiento. El mío no era ventanista, más bien nubista, pero sepa que el nubismo tiene los mismos efectos del ventanismo. Debe ser algún compuesto químico, físico o transitivo que une las nubes con las ventanas.No sé si será el mismo que une identidades, sentimientos, pensamientos y barruntadas.
ResponderEliminarSí, hacía tiempo que no venía por aquí y no sé por qué, porque cuando lo hago me siento en casa. Mi alfombra, sir. Besos.
Yo tampoco paso por aquí hace tiempo y hoy me he llevado una grata sorpresa, gracias por venir de visita.
EliminarSepa usted que mis barcos preferidos son los que traen consigo la despreocupación por su norte y su foque lo forma cualquier esperanza.
Sepa también que el ensimismamiento es traicionero y que a través de las nubes puede encontrar algún atajo que nunca llegue al regreso.