miércoles, 31 de agosto de 2016

Para cuando todo se pierda.






Ahora, cada vez que entro en esta casa, lo hago con cierta prevención.
Cierro la puerta despacio, sin hacer ruido para no sobresaltar a esta soledad que como perro fiel me espera.
Antes de adentrarme en el salón, escucho atentamente,  pero sin esperanza, por si quedara un eco de algún susurro, o se oyeran unos pasos furtivos.

Me tumbo en un sillón que se recrea en mis recuerdos.
Extiendo mi brazo en su brazo esperando encontrar caricias donde antes las hubo. Aspiro su aire por si estuviera manchado con ese perfume que tanto me gusta,  y allí tumbado comienzo un entretenimiento que consiste en poner nombres a los lugares que visité, colocar cada hora vivida en su sitio, y cada luna llena en los huecos que fueron dejando las nubes.
Intento que nada se olvide porque perder la memoria, no es más que un ensayo para cuando todo se pierda.

Luego me quedo dormido.