martes, 26 de diciembre de 2017

Insania del hombre solo





Un hombre gris de equivocada fortuna que hizo que nadie le quisiera.
Es una historia como una historia cualquiera pero de las que hay bajo la luna es la que más me duele.

Habría pensado, en desaparecer definitivamente, pero esa espada, esa agonía, esa hiel, eran el talismán que le fue dado para alcanzar la página que hoy está viviendo, mas allá de la mano que la escribe.

Qué habrá soñado el tiempo que hasta ahora, le corresponde y que es, como todos los "ahoras", una diminuta parte de lo que se debe soñar. Una minúscula muestra de su propia vida, de la que únicamente sería prudente resaltar el "ahora" en el que comenzó a vivir  y el "ahora" en el que dejará de hacerlo.
Dos únicos "ahoras" llenos de incertidumbre, uno porque con él comienza una vida en blanco y otro porque con él terminará esa vida enturbiada por la pesadumbre de haber vivido de manera tan impropia, tan simulada.

Bien pudiera haber sido la soledad la culpable de esa vida desfigurada o fingida, o mejor dicho, habría sido el miedo a quedarse solo y no la soledad en si. 

Tenía miedo de no tener nadie a quien acudir para hacer que las horas durasen menos. Alguien con cuya sola compañía se niegue la evidencia de ser solitario, huraño y esquivo que se refugia en cualquier rincón a la espera de que el tiempo pase por la espiral de la costumbre que al fin y al cabo, lo único que certifica es que ese tiempo de soledad y abandono nunca pasará del todo.

Un hombre sin consciencia del presente y mucho menos del futuro. Su único refugio algunas fotos que conserva mal almacenadas. 

Se obsesiona por recordar todos los momentos sin que se perdiera el más mínimo detalle. Decía, que cuando se pierde uno solo de los detalles que conforman la escena, se pierde una parte de ese instante que entonces fue un "ahora" y a partir de ahí todo lo posterior se recordará cambiado.
Estaba convencido de que el efecto mariposa también funciona en los recuerdos de manera que la mínima variación en un momento vivido, podría variar el resto del pasado.

Pero en este "ahora" estaba absorto contemplando el último anochecer velado y brumoso sin hacer absolutamente nada. tan solo miraba desde ese espacio delimitado que alumbra una dudosa claridad en absoluto hiriente, calculada para acoger y sugerir, para que surjan en ella como invocadas, inventadas presencias semejantes.
Ahí estaba este hombre, esperando una presencia que fuera capaz de escuchar sabiendo que casi no son necesarias las palabras y también que vale la pena escogerlas con cuidado para transmitir con plenitud este tremendo miedo a perder la cordura y volverlo así inteligible, limpio del humo nocivo de la vaguedad confusa, limpio también de la melancolía de ese principio infeccioso de autocompasión que se insinúa en el recuerdo no compartido, rumiado en la soledad de esta desesperante espera de lo imposible.