Lejos de todos los que quise, solo quedan fantasmas que habitan este mundo que ahora es nuevo.
Fantasmas del recuerdo, espíritus que cierran sus puertas cuando llamas.
Entonces, el insomnio se adueña de la noche, y el pensamiento se llena de angustias. Los pozos son mas profundos y la vida pierde su rumbo.
Todo se convierte en una inmensa Nada. Una Nada que se expande cada segundo y solo se puede habitar en un lugar en donde el tiempo no pasa y el reloj, se recrea en la tortura de permanecer parado en el limbo de una cama donde nunca se duerme y nunca amanece.
El sol se marcho con todas sus estrellas.Dijeron que no volverían. Desde entonces, la vida consiste en espantar el miedo de seguir despierto en este mundo sin luz, y de vez en cuando volver lo ojos a unas ventana que siempre están cerradas.
No queda mas que soportar esta oscuridad y este frío que provoca el tedio hasta que llegue el día en que me convierta en hielo, el día en que la dulzura de estas noches de insomnio y esta infinita soledad también desaparezcan y ya no tenga nada que me pertenezca.
Mientras tanto, paseo por zonas de increíble dolor que he de transitar cada segundo. Un dolor al que el alma no se acostumbra, porque es más que dolor.
Solo conservo un último consuelo:
Un frasquito de cristal, que guarda la esencia de la alegría y de vez en cuando respiro su perfume para recordar el olor de la felicidad compartida, la suavidad de las caricias improvisadas, el aroma del susurro cómplice, y de todo lo mejor que hicimos aunque ya casi no sea cosa nuestra.
Hoy dejaré de escribir lamentos para desprenderme de ellos.
Sufrir esta condena es ya mi único mérito.