miércoles, 27 de febrero de 2019

Después del olvido




Como un faro muerto
la figura de un ser abatido,
se perfila en el horizonte.
Pasos lentos
llenos de calma,
sombra perdida entre las sombras.
Dueño solo de una tristeza.

Sin buscar,
sin voluntad o deseo de encontrar.
Una ventana,
solo una entre todas las ventanas
desde donde nunca le observa la esperanza.
Después, vuelve a su deambular sin rumbo
mientras la última plenitud de luna
se va escapando,
como se escapa la noche
y la vida,
y el brillo de esos ojos
cegados porque le han olvidado.





domingo, 17 de febrero de 2019

Desde que comenzaste a presentir que estabas talado.





Hoy, este tremendo miedo me ha vuelto a convertir  en un ser abatido. La vida va recibiendo el maltrato de lo que no puede predecir.

He huido evitando un enfrentamiento, que, de antemano, ya sabía que estaba perdido, porque ¿Quién quiere derrotar ese deseo de saberse querido?

En la soledad de la huida, reconozco que nunca llegaré a alcanzar esta meta que tanto anhelé y a la que he dedicado casi toda mi existencia, Sé que apenas quedará una mínima ilusión de, tal vez, permanecer en lo más espeso de las memorias de los que quise, antes de que me olviden sin guardar de mi ni el más mínimo afecto.

Nada habrá que enmarque mi recuerdo en la conciencia de esos seres que sin duda, con el tiempo, serán ufanos a mi existencia. Mis esfuerzos por dejar huellas profundas, se borrarán con las primeras lluvias de primavera y hasta ahí se alargará esta sombra que proyecto.

Desgraciadamente, el destino se evade en el recuerdo de tantas solicitudes de cariño y en consecuencia de tantos desprecios. Al menos, servirá esta obstinación para aliviar la culpa nunca redimida del todo en este pertinaz comportamiento intentándolo una y otra vez para que el sufrimiento que ocasiona la indiferencia, suene mejor con la música de la insistencia; a pesar de que bien pudiera causar el efecto contrario haciendo que los que mas te quisieron sean ahora los que mas te aborrezcan.. (Cuando no hay nada que decir, se queda uno callado, y no molesta).

Siento un dolor en otra dimensión. Lo huelo, lo presiento, lo aguardo y me someto a su desdicha con cierto afán mortuorio,  lo que me duele suscita al tiempo un tinte funerario y también un tufillo a sarcasmo impostado porque nunca me dejé llevar por nada que contradijese lo que soy, ni lo que debo ser.
Parece imposible, que alguien sin orgullo ni prestancia, e incluso de carácter bonancible, pueda provocar tantos agravios o indignaciones con la traición al amor, acompañada por el esfuerzo de una mentira que no hubiera podido durar para siempre,
Vilezas con las que se pierde  la lealtad a la propia conciencia y al compromiso que se forjó con la rutina de las lineas que no se cruzan en la vida o de las propias líneas de las manos, cuando la vida no sea otra cosa que la posibilidad de llegar a algún sitio juntos y a tiempo.

Ahora, la cama se ha quedado muy grande. La casa, aunque sea la misma, tampoco contribuye al sosiego. Sus espacios incrementan la extrañeza de un sitio distinto o tal vez sean las puertas que permanecen cerradas y muestran un desuso como de casa abandonada.

Poco a poco todo se va acabando, o mejor dicho se va extinguiendo sin otra sensación que la de su inutilidad. El único provecho que todavía se le saca a estas paredes donde cuelgan fotos y cuadros es el recuerdo que renace de ellos como si con ellos se rehiciera de alguna manera una mínima felicidad de este ser derribado en exceso, al que nadie necesita.