En la calle, ya solo reconozco miradas con interrogantes.
He descubierto que a veces, miramos a otros con la esperanza de reconocerlos o ser reconocidos.
Algunos incluso marcan una animadora sonrisa, una especie de tentación a la praxis de la correspondencia, una especie de traición a la vez que una mera complicidad.
No reconozco a ninguno y al mismo tiempo todos me parecen familiares. Un mundo extraño este de las percepciones cuando uno navega por este mar de profundas dudas, de respuestas innecesarias , carentes de preguntas o simplemente de interés.
El otro día mismo, me perdí dentro del espejo acompañando a aquel tipo que desde allí me miraba con esa hipocrita sonrisa llena de anhelos escondida tras la espuma de afeitar.
No se dónde iremos a parar.
Será la luz, la que me engaña, porque esta noche, es cierto que todos los gatos son pardos.
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