Ayer voló el loco,
tras un loco impulso.
Un día claro de sol sin viento
y el tedio de un sábado vacío envenenaron su sangre.
En la carretera solo había escrito un destino,
en el destino un mar,
en el mar una sirena.
La carretera pasa deprisa,
se convierte en reloj
líneas blancas como segundos que pasan y pasan
y mientras su voluntad aumenta en cada curva,
su valor merma con la cercanía.
Y el sol ya está detrás,
y su sombra se alarga,
ya se huele el mar,
después del mar,
se esconde el miedo.
Frente a un horizonte infinito,
tentado por lo prohibido
se adelanta al fracaso
y huye dejando el mar atrás,
con la sirena en su sitio.
Carga de reproches su montura
y regresa por donde vino,
sin remordimiento ni propósito de enmienda
El miedo a perder el misterio de lo divino
Es quien más sabe de sirenas.