Ese día tome la única decisión de la que jamás podré arrepentirme.
Me senté en el borde del abismo y allí dedique mi tiempo a desesperar toda esperanza.
Desde entonces pasa el destino por mi lado, sin dejar huella ni reproches.
Permanezco como un animal abatido. Tan solo el tiempo corroe mi interior, igual que la carcoma acaba con las entrañas de los árboles caídos.
Desde que perdí la esperanza de tenerte, no pido, no doy, no espero, ni deseo, ni pretendo, ni sueño.
Desaparezco dentro de este mar muerto sin dejar un mínimo rastro, igual que una piedra se hunde en el hielo sin hacer una sola onda.
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