No quiero tener clavado este recuerdo en la conciencia.
Ni verme con la gélida mirada del reproche.
No seré un remordimiento eterno incapaz de urdir el olvido,
una luz muerta sin haber dibujado sombras.
Mientras voy digiriendo esta cruda realidad
sin condimentos que alivien su amargor,
he llenado con nieblas de fantasía
todos mis pasados y futuros.
Se escaparan los placeres amparados por el cuerpo.
La conciencia, con voz trémula de madre muerta,
nos arrullará evitando la tentación.
Nos va meciendo al compás de esa nana eterna,
que nunca oímos al principio
y suena atronadora al final.
Mi única victoria será vivir,
seguir avanzando sin rumbo, sin patrón,
sin madre, ni conciencia.
Sin despreciar un solo instante de gozo
ni perder una gota de lluvia,
ni una risa, ni una caricia.
Por este don de vivir hasta donde todos los viejos,
saben llegar solos.
(para Patricia)
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