A pesar de que el tiempo pasa, la consideración de su edad lo serena tanto como lo turba la edad de los demás. A fin de cuentas, sus años son los únicos que saben donde le tienen que llevar.
Su mayor placer, pensar.
El pensamiento surge como un dios de la nada, se transforma en fantasía, en ideas raras y forma una nube donde él vive.
Ese pensamiento que nace de sí mismo, será el único dios que le sobreviva, y volverá buscando otras víctimas de ese peligroso vicio de cavilar.