Me gustaría hacer que los días fueran lo que yo quisiera que fuesen.
Ninguno tendría mañana, solo habría un eterno último día.
He aprendido que la palabra mañana es una mentira piadosa, un engaño. Trae uno y otro y otro día, y cada día que pasa tiene otro mañana.
Así, mientras espero, se irán borrando mis huellas en la demora del siguiente mañana que vendrá con otra nueva oferta, a sabiendas de que cada día acabado, se ahonda más mi sepultura.
Por eso, tiro mi suerte al tapete y dejo que el tiempo ruede hasta que se quiera detener.
Por ahora sólo despierto, peleo, peleo, peleo, peleo y sueño.