Otra vez lunes, el mismo reflejo de
la noche va declinando, sin que la luz de la lámpara pueda delimitar, en este
amanecer de otoño, una franja distinta entre noche y día.
Luz de veintiuno de septiembre, sin sombra, sin calor, sin ti.
Y aquí estoy como alma en pena, sometido por la mansedumbre con que se levanta la mañana, respetando este doloroso silencio que marca tu ausencia.
Cierro los ojos y así me adormezco un poco, sumido en esa misma quietud que me trae tu recuerdo, hasta que el recuerdo se empaña, igual que se empaña el cristal de este ventanal de lunes por el que al pasar el dedo siempre se queda tu nombre escrito.
