Observen,
Miren atentamente
a ese hombre.
Está hundido
en el desaliento de verse a sí mismo.
En la escena
se aprecia un silencio vibrante,
silencio como el que
excita a los niños cuando salen los payasos.
como el runrún de la última esperanza en una apuesta perdedora
como el silencio que
asfixia lo espontaneo en una risa.
El hombre se
observa con su propio delito,
y a pesar de la seriedad que aparenta,
y a pesar de la seriedad que aparenta,
se ríe del cansancio
que reposa sobre todas las horas
perdidas,
de las
cicatrices que le dejaron los años pero que ya enterró
en la tumba de los tiempos muertos, de la Nada y del Olvido,
ese único lugar donde sabe que nunca mas serán visibles..
en la tumba de los tiempos muertos, de la Nada y del Olvido,
ese único lugar donde sabe que nunca mas serán visibles..
Tan solo le quedan unas pocas palabras de consuelo
que se van convirtiendo en un purgatorio
donde puede redimir todo aquello que vieron sus ojos.
que se van convirtiendo en un purgatorio
donde puede redimir todo aquello que vieron sus ojos.
Un hombre con una vida llena de luces y sombras. Ese gesto duro y retador, muy bien no sé lo que oculta.
ResponderEliminarEste hombre, el de la boca constreñida para no sonreir, el que arruga la frente para darse un aspecto honorable, el que hace dos segundos tenía las gafas en la punta de la nariz y las ha soltado para salir "guapo" en la foto, es su nada, su olvido, sus cicatrices su boina, sus letras... pero sobretodo su sorna. Pobre de él sin ellos.
ResponderEliminarVolvemos a la nada y al olvido. Dos conceptos que se agrandan con el tiempo.
ResponderEliminarSerá que cuando más cerca estamos de ellos mas grandes nos van pareciendo.