Tendido en el sofá, navegando por el tedio que me proporciona esta pequeña sala, me encontré con una caja de fotografías viejas ya olvidadas.
Todas ellas me parecían ilusiones falaces de colores desvanecidos ya por los años.
En ellas vi escenas que ya nunca volveré a ver y eso me previno de que lo que hoy veo mañana ya tampoco lo veré.
Todas las imágenes, antiguas o nuevas, tienen un elemento común, no se definir cual es. Solo me ha quedado la constancia de que esas imágenes viejas, me han curado de esa ceguera que te impide ver lo que en el interior se siente, y ahora, después de tantos años, estoy empezando a ver.
Entre todas esas fotos, encontré una de especial relevancia. Al verla, sentí una especie de levitar interior difícil de explicar. Un escalofrío recorrió mi espalda al observar aquel rostro que nunca ha cambiado, al mismo tiempo, se llenó todo de su perfume y su caricia y se iluminó la habitación con esa luz tan placentera que esos ojos irradiaban, y que aún ahora siguen siendo igual de sugerentes y bellos..
Gracias a esa fotografía, comprendí que cuando amamos, amamos también en el recuerdo de cualquier tiempo porque el amor está en lo que vemos y en lo que no vemos, en lo que recordamos y en lo que olvidamos, en el tiempo y en la distancia porque nuestra mayor fortuna es amar desde lo mas profundo.
Si no fuera así, nadie entendería por qué cuando la mañana viene a llamar a mis cristales me descubre sumido en las sombras intentando dibujar tu imagen.
No se puede ser tan afortunada. Qué regalo!!!!
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