domingo, 10 de enero de 2016

Me llamo Luzbel y soy pecador.



Desgraciadamente, mis estudios dejaron mucho que desear y una vocación que fuese algo decente tampoco la supe encontrar nunca.
Tal vez fuera por eso, o porque mi madre, desde niño, me recriminaba mi falta de aptitud en la escuela augurando siempre un futuro lleno de desorden y arrebatos que incluso llegaba al umbral de la delincuencia, por lo que decidí hacerme pecador.
Tengo ya una larga trayectoria y por lo tanto, bastante experiencia en este empeño y he de confesar, que tampoco resulta fácil ejercer de pecador con dignidad.
Habrán ustedes observado que hay pecados que cometidos por una u otra persona, siendo sustancialmente los mismos, tienen, como diría yo, otra gracia.
Hay pecadores de distintos usos, maneras y costumbres, unos son pecadores de altos vuelos como por ejemplo los políticos, personajes que nunca buscan el perdón solo les interesa la absolución y hay otros que pecan sin interés o intención. Estos últimos lo hacen sin redención posible,  porque lo suyo viene acompañado de la necesidad y la necesidad a veces no tiene remedio alguno que la evite, La iglesia, sabe mucho de pecadores de culpas, de enmiendas y redenciones.
No está bien que yo lo diga, ya lo sé y ustedes no me van a malinterpretar, pero, como verán, hasta pecando hay que tener garbo, ya que la penitencia del pecado es bastante más agradecida en el pecador consecuente.
Será por eso que da más gusto perdonar al que pecó con todas las de la ley que al que lo hizo lleno de reticencias y pejigueras, si no, solo hay que mirar de que manera nuestro sistema judicial agrupa a tanto pecador notable en las estanterías más nobles de esta sociedad..
Tras tantos años de vida impía, administrando la transgresión, estoy convencido de que no podría ser feliz de otro modo.estoy seguro que he acertado en mi elección y sé que mi madre, viendo los tiempos que corren estaría orgullosa y feliz por tener un hijo delincuente y además, bien culpable.

Será que un servidor, a pesar de no ser un pecador demasiado complicado, peca de orgullo, también de ser arrogante y además altivo. Por eso, a pesar de mis deficiencias y vicios, me considero incapaz de perdonar ni absolver a nadie.

Créanme que estar al otro lado de la ley, consuela en parte mi soberbia, ya que nada hay peor que andar aguantando que le pequen a uno en la cara sin poder resarcir en parte la conciencia y la moral por haber pecado en lo posible y haber sido siempre de los primeros. 




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