Aún queda una luz
encendida
en esta casa donde
ahora vive un cadáver.
un hogar sin el susurro
de los pasos,
que siempre fueron
presagio de un abrazo
no quedará el
dulzor de caricias espontaneas.
Permanecen aún paredes verdes impregnadas de olor a pasado
y una cama desecha con
la extrañeza de desadormecerse sin un beso.
Armarios custodiando
ropas calientes
que delatan la
deslealtad de la ausencia.
Temor de mirar por las
ventanas
por no ver un futuro
herido de muerte.
Dos muñecos rotos
y lágrimas esparcidas
por sus rincones.
Lumbre de hogar, sin
calor, ni danza, ni música,
nido de besos oculto en
imprevisibles escondrijos,
ojos cerrados para
imaginar sus gestos,
sueños donde viven sus
últimas sombras.
La luz aún está encendida.
