Pasaron las tentaciones,
las ganas y la ambición.
Se fueron yendo, las emociones,
la vitalidad de las risas
y el espanto de los miedos.
También pasaron de largo la alegría,
el entusiasmo y la pasion.
Se fueron acabando todas las oportunidades,
por último desaparecieron, los lamentos y los llantos.
Ahora, todo flota en el mar de una indiferencia que ni siquiera amarga.
en este estado de insomnio, ya nunca pasa nada.
Quedó un mundo lleno de una apatía de formas redondeadas
sin un contorno determinado, con una aureola difusa.
Una vida repleta de un indolente desinterés,
sin otro ritmo que el de un corazón cansado y roto,
que orienta sus pasos hacia el mundo del retiro o del abandono,
donde todo se reduce a dejar que pasen,
los últimos años que queden por pasar.
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