Iban unos de la mano de los otros y a la cabeza de todos, el señor gordo voceando palabras desconocidas para la mayoría.
Los niños, ese es el pretexto y a la vez el inicio de la mecha.
Esos niños que algún día dejaran de serlo, y se someteran sin extrañeza al mismo chantage que sus ancestros.
Se uniran al baile, se converntiran en otro engranage de esta rueda que alimenta al hombre gordo que anuncia, de nuevo, la Navidad.
Y así, estupidamente, seguiremos pagando lo que pidan por una ilusión fingida.
Maldita manera de pasar frío y tener hambre al compás de alguna estupida cancioncilla.