Nunca se debe mentir me iba diciendo mientras fingía en aquel bar que esperaba un café, cuando estaba allí, sentado tras la barra, solamente buscando el calor de su sonrisa.
-Si, con un poquito de leche, si puede ser.
Sé que aun antes de remover el azúcar, ya pertenecía a su olvido,
y sin embargo, el café siempre tuvo cierto sabor a victoria.
Amargo y con flores amarillas sobre la mesa, por favor.
ResponderEliminarEncantada de descubrir tu blog, Paco. (Gracias por la música)
Un saludo.
Para un pájaro que ya la contempla es todo un honor saber que usted ha estado aquí.
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