Disfrazado de hombre, me llevas de vuelta al lugar donde dejo de existir,
voy allí en busca de uno solo de tus besos,
voy al encuentro de esa estrella perdida en el infinito de tu cuerpo.
Y al volver, el tren eterno del alba,
va arrastrando sus ruedas por el frío raíl del regreso,
mientras, escucho mansos lamentos,
crujir de sentimientos,
gemidos ahogados.
Todo, al final, se va agotando por sosegados latidos de tiempo.
Nunca quise volver de ese lugar donde no existo,
nunca quise olvidar que estuve allí.
No quiero amanecer sin ser lo que fui.
Cuervo volando.
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