miércoles, 21 de septiembre de 2016

Este afanoso vicio de vivir es un sueño inevitable.







Por fortuna los sueños siempre están dentro de uno y no hay nadie que los pueda interpretar mejor.

A pesar del tiempo transcurrido y de que todo haya cambiado, jamás olvidaré la geografía de aquel otoño, que como todo desde entonces comenzaba un 21 de septiembre.

Es cierto que la vida tiene muchos recodos, muchos más de los que cualquier mente calenturienta pueda inventarse. Aquel día 21 de septiembre la suerte, que es algo que no se puede comprar con dinero, llegó por uno de esos derroteros que ni siquiera hoy día puedo contemplar como cierto sin cerciorarme previamente de que no estoy en un sueño y aún así, a pesar de todo, no consigo confiar plenamente en esta certidumbre porque, la adversidad y el infortunio los tenía ya enraizados en mis limitadas expectativas desde la más temprana infancia.

Probablemente esta dicha sobrevenida, sea merito de algún diablillo ya que un servidor tenía por costumbre vender su alma al mejor postor aunque, a sabiendas de su escaso valor,  nunca abusó pactando el precio.

Desde entonces algo cambió mi historia y ya lo único que me planteo seguir soñando con el mismo deleite esta vigilia tan acogedora y confortable,
Sé que cuando se sueña, es cuando más intensamente se vive y a mi esta vez me ha tocado vivir un sueño donde siempre brilla la misma estrella.

Paco Rral

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