El tiempo es el ladrón
que se llevó el rojo de la rosa blanca,
y de entre lo que siempre guardé,
se llevo los más añorados deseos.
Se marchó con las miradas y las palabras,
con el amor que vela lo que yo amo,
con un hombre libre
y otro hombre cautivo, que eran el mismo.
Se fue con las ganas que guardaba para envolverte
y el deseo tatuado en el árbol para no perderte.
Con ese espejo escondido entre los espejos rotos,
con la luna que guardé entre todas las lunas,
con la última primavera, el último frío,
la última lucha.
Se marchó con el sigilo de un gato
por la puerta que se abre
hacia mi mismo.
con un rostro de gato
igual a todos los rostros de gato
que al final se olvidan.
Huyó satisfecho,
con su armadura de orgullo, más peligrosa que un arma,
y el bello rostro de la tristeza.
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