Fue la última despedida de un entrañable amigo, llegadas a estas edades no es de extrañar asistir cada vez más a menudo a estas "últimas despedidas". Si no vas, es casi peor que los demás vengan.
Me dejó un sentimiento amargo ver como ese amigo, barbudo, bonachon, incondicional de Mahou, fumador (también de tabaco), motero de puño suelto y hábil calavera, se convirtió en cenizas desprovistas de cualquier tatuaje.
Desde la Cruz Verde, esas cenizas se marcharon sin hacer ese característico estruendo con su Harley Fat Boy al que ya estabamos acostumbrados.
En nuestra última charla, ya en el hospital, me preguntaba por mi nueva moto: que qué tal tumba, que como suelta, que si ya la había metido por lo marrón, que sensaciones transmitía....
Le vi tan entusiasmado que a punto estuve de mentir diciéndole que ya tendría tiempo de probarla.
Afortunadamente no lo hice. Tanto él, como yo sabíamos que ya no viviría lo suficiente para nada.
En la ultima revuelta de la Cruz Verde, nos quedamos todos pensativos mirando el horizonte, hasta que alguien nos sacó del ensimismamiento cuando dijo: Ya está. Vamos a tomar una birra.
Eso fue todo.
Nos quedamos un rato el el bar mirando con cierta tristeza la Fat Boy que alguno trajo para que también se despidiera y en el silencio de nuestras miradas se veía que todos somos unos sentimentales muy parecidos. Al mirar su moto nos dábamos cuenta de que sería Deseo el nombre de esa última moto que nunca volveremos a montar.