sábado, 5 de noviembre de 2016

Sin titularidad ni autorización.




Sé que soy un hombre que vive con la única idea de lo que se imagina y no con la certeza de los conocimientos, por eso casi todas mis percepciones, creencias y pensamientos, resultan tan difíciles de explicar.
Trataré de hacerlo pero a la particularidad de la situación, se añade la dificultad en la concreción de los hechos y mi carencia de expresión.

La cuestión es que hoy volviendo a casa he experimentado una sensación rara, como si estuviera en otro lugar pero sin cambiar mi ubicación.
Durante un indeterminado tiempo, de duración tan imprecisa que bien pudiera haber sido tan eterno en su transcurrir como efímero en mi espacio, tuve el presentimiento de que alguien en otro sitio distinto estaba pensando en mi y tiraba de mi desplazándome, no a un lugar concreto, sino a una concepción distinta de la realidad que estaba viviendo en ese instante.
Fue como si el tiempo hubiera patinado entre el sueño y la memoria.

Me ha parecido que quien quiera que fuera me incluyo en uno de sus pensamientos positivos.
Aunque esto lo digo sin ninguna ayuda fiable de la memoria que siempre la tengo contaminada por los sueños, ni de la certeza que conmigo hace tiempo que abandonó su certidumbre.

Digo que el pensamiento que tuvo fue positivo porque durante ese tiempo de arrobamiento y enajenación, he experimentado un estado de felicidad extraño, como una especie de lucidez rara capaz de iluminar esta conciencia que tengo hace tiempo en trance de suspensión.

Me encontré como suspendido sin gravedad en un espacio que no se podía medir porque, como en los sueños, ese espacio carecía de la menor identidad.

Veía una tremenda inmensidad de árboles cubiertos con los enormes colores del otoño. A la vez se podía apreciar una brisa húmeda, cálida y dulce parecida a la caricia que induce al beso.

Ahí certifiqué que la deuda que acumula el tiempo es por el mero hecho de haber transcurrido y gracias a eso, me di cuenta de que esa deuda se adquiere viviendo, aunque con frecuencia, lo que se vive sea mucho más de lo necesario.

También me vi sin propiedad ni renta, ni nada que signifique que en algún sitio pudiera haber algo que fuese mío.

Me he sentido como el traje viejo que vistió en las nupcias y las exequias, festejando con las mismas galas distintas ceremonias.

Vi lo que un día fui y me conmovió la idea de que tal vez, no todo quede perdido por completo.

Al final, pude apreciar la resignación de quien no se avergüenza de apiadarse de si mismo por pedir perdón o por perdonar.

Sin embargo no he conseguido descifrar ni quien pensó en mí, ni cual fue su pensamiento, aunque mucho me temo que solo mi perro Tomás sería capaz de involucrarme en sus reflexiones sin titularidad alguna que lo ampare, ni autorización previa que lo pudiera redimir.


2 comentarios:

  1. Yo pienso en usté de vez en cuando... Si le sirve de consuelo ;) Abrazo

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    1. Si, me imagino que cuando se acuerda usted de mi, me traspongo al Vicente Calderon, (aunque para ser sincero, no creo que se acuerde tantas veces como trasposiciones tengo)

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Muchas gracias por sus comentarios.