Un día, no muy lejano, acabarás sabiendo lo que cuesta amanecer -me dijo el sol-.
Surge una extraña nostalgia por ese último día que vencieron las sombras. Se genera un desasosiego, una gran inquietud por afrontar la realidad de una vida, en la que todos los días comienzan y finalizan marcados por este rumbo donde no existe variación posible. Este, oeste, esplendor, declive, luz y sombra.
Cuando este desaliento llega, no es difícil enredarse entre las sabanas quedando ahí derrotado, con la mirada perdida en algún lugar de la habitación, que ya se habrá convertido en una estancia enorme y vacía.
Suena tu propia respiración como suspiro cansado y profundo, mientras un atormentado pensamiento retumba diciendo: "Otro día para nada".

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