Aquel amor
escrito en unas líneas
que cayeron de un cajón
está ahí,
sigue estando.
Está ahí doliendo
está
todavía
sangrando.
Un amor,
uno solo
que duele
cuando pasa hirviendo
por las venas.
Duele la marca que
dejó el latigazo helado
de la soledad.
Duele la luz del rincón
que ya no dibuja su sombra,
y el silencio que ya no rompe
ninguna voz.
Duele la luna con su noche
y sus estrellas
los prados verdes en la espalda,
y la tierra en la uñas
Duelen los charcos
y los pies mojados,
duele la tristeza
que no pasa de largo.
Duelen las calles sin sus pasos
Duelen los mensajes de sus ojos
con la evidencia del desencanto.
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