viernes, 23 de agosto de 2019

Blanco y negro.



En algunas ocasiones cuando me sumerjo en el abatimiento, recurro a ese suspiro de aire rancio guardado en el montón de fotografías almacenadas con absoluto desorden en la memoria del teléfono. Sin saber como, en un determinado instante, me veo perdido dentro de los recuerdos que atesora la lata redonda de galletas, donde mi madre guardaba las suyas.

Siento como mi memoria queda encadenada a la melancolía de lo que inexcusablemente  se va haciendo visible en el alma de cada fotografía allí guardada.

Son encuentros entre silencios y la voz propia que sale de las profundidades de esta memoria compuesta por luces, destellos,...., ilusiones.
Una revelación, un puente sobre un abismo de tiempo que nunca se ha llegado a detener como se detuvo en los instantes que quedaron ahí grabados y que aún puedo recordar.

Veo la escenografía de un sentimiento al compás de unas emociones, veo a mi padre con una gabardina blanca buscando los fondos mas vistosos para retratarnos con su Voiglander.


Las escenas inmutables en el tiempo son un poderoso médium que nos lleva a otro lado de la vida.
Tal vez sea esta manera que cada uno tiene de mirar, de ver el pasado, una parte fundamental de lo que somos y nos permite seguir atrapados en ese pasado, en ese mundo de blanco y negro donde nos convertimos en pequeñas presencias, en seres menguantes, aunque también vivamos inmutables, sin penas, redimidos de todo pecado. Congelados en el otro lado de la vida, de donde ya no se vuelve.




viernes, 31 de mayo de 2019

Hora de la tristeza.



Hace mucho que dejó de llover
sin embargo, siguen cayendo sin motivos los recuerdos.

Hay humedad y frío hasta en la música,
la hoguera de la esperanza
ya no da el calor que antes le exigía,
algo nace en cada suspiro
que no es la pena
porque ya está abatida.
En su agonía el espíritu creció, lloró,
pero aún niega el olvido.

No todo va a ser desilusión,
tiene que existir alguna certeza,
la de amar, o la de no amar,
sin duda esto es la evidencia que queda
después de esta derrota permanente,
después del alma cercenada,
habrá que dejar secar las heridas
con ese tiempo que seca las flores
y seca las lagrimas.
hasta que no quede nostalgia
y nunca vuelva a ser tan tarde
a la puntual hora de la tristeza.



martes, 28 de mayo de 2019

Huida hacia el caos del Universo











Traerá destellos de lluvia en el pelo;
los ojos húmedos,
los labios mojados,
las manos heladas de frío.

Lleva en sí misma su propia causa,
a pesar de ser una causa ya perdida.

Se sentará en este sillón junto al fuego, 
calentaré sus pies con mis manos.

Los pensamientos vuelan libres
en el silencio que acumula la angustia
mientras veo como muere la ilusión 
del deseo supremo.

Reflexiones absurdas
sobre el mundo y el enorme espacio
que ocupan en él las tristezas:

"En cualquier parte cualquier cosa sucede
y todo lo que sucede conviene,
incluso este mismo vacío sin límites
incluso la voluntad contraria a toda razón".

"No hay ser que sea perfecto,
ninguno subsiste por sí mismo,
todos tuvimos frío alguna vez,
todos tenemos un origen.

Nadie posee toda la razón,
no se debe luchar contra los principios naturales
ni se pierden las relaciones guardadas en los espejos
donde nos alguna vez nos reflejamos".

Esa es la naturaleza del sistema.

Solo los que escapan al caos del cosmos,
sobreviven para encontrar un hogar
donde hacerse viejos.








viernes, 17 de mayo de 2019

Canción de autillo





Es primavera otra vez,
aparecerá  Marte por el Oeste, en el crepúsculo,
el sol del atardecer formará
lagunas brumosas sobre las eras.
Llegarán de nuevo los pájaros.

Petirrojos y  tordos, 
se bañan ya en la pileta de granito donde echo agua.
Los jilgueros cantan mientras anochece.
una vez más descubro a los robles brotando después
de la navidad en estas tierras.

Hoy están en flor. 

Veo las cenizas esparcidas de una hoguera
en la que ardieron mis últimos poemas.
Uno de despedida y otro de amor.

Hace mucho tiempo se apagaron las brasas, 
se negaron aquellas palabras 
que contaban la felicidad de otro atardecer
lejano en otra primavera. 

Han pasado ya dos infinitos últimos años 
desde que vengo a morir aquí.

Los ríos han limpiado los cantos de sus lechos 
La erosión ha roído un poco más el fondo de los valles. 
Y también se ha erosionado este ciclo de la vida.

Este ser humano se hunde en este río del olvido 
como el canto del autillo 
que alguna primavera pasada ya escuché
y que hoy,  tanto tiempo después,
a la a luz de esta luna,
suena como una música distinta. 

Será porque hoy, el aire está en calma, 
o porque  la pena me abraza
y me  envuelve como una telaraña,
me arropa como una canción, 
o un perfume,
igual que me envuelve la luz de esta luna
y la bruma del valle. 

Luna que inunda ojos
sin iris ni pupilas,
ojos  de fuego frío de cuervos que 
pasan por este mundo vacío y abandonado. 

Escucho una respiración
a la luz de la luna.

Respiro.

Estoy vivo.

Pero no puedo encender otra vez la hoguera
para calentarme a su lado,
 y al amparo de esta luna,
escuchar el canto del autillo
en este silencio nacido del miedo y de la noche.

ver tus ojos en el fulgor de algún reflejo.
Mantener viva la lumbre
quemando poemas que se conviertan
en humo de mil colores.

Ojalá supiera enroscar la mente sobre si misma
Ojalá pudiera volver a escuchar esta canción
infinitamente apagada
que hoy canta el autillo





martes, 16 de abril de 2019

También seré silencio.


Ese último silencio impenetrable.

Ningún silencio es más puro
que el silencio con el que nos mece la muerte.
Ahí nadie sabrá despertarme de lo que ignoro,
ni sabré de ese tiempo sin tiempo
que las cosas guardan
con el celo de ramas que nunca se apartan.

Nada de lo que se ha dicho,
nada de lo que se ha escrito
alberga más sabiduría que este silencio.

Continuará el pulso constante
a pesar de abstraerse del presente
donde mi presencia aún se intuye.

Hoy me amparo en la certeza
de mi próximo olvido,
del silencio que me espera,
de las ilusiones quebradas,
del paisaje del espejo donde me miro
que siempre remite
a un lugar único
de aguas aquietadas mansamente,
detenidas en otro tiempo,
y en otras miradas.

Observo la lluvia,
el suelo mojado,
el secreto que trae los colores al amanecer,
y su misterioso desvanecimiento al anochecer.
El canto del mirlo,
la metamorfosis de las nubes.
No soy insensible a esta belleza.

Lo supe al final de mis días,
justo en la decadencia,
en el ocaso.
Se han cumplido todos los augurios
que se me adelantaron:
todo el pasado se convirtió en anhelo
faltó vivir entonces, lo que ahora vivo.

Pero el tiempo que resta,  aquí sigo,
enviando cartas sin dirección de destino
a un futuro imposible para este remitente.
Todo el pasado se ha  convertido en anhelo
todo el pasado se ha perdido.


sábado, 30 de marzo de 2019

Llévame en tus alas.



De tierra adentro hasta el mar, 
es pronto para la amnesia
de la luna de invierno al sol de verano,
es tarde para irnos sin heridas.

Lo intenté.

Desde la caricia encendida de mi mano
al latido que te nombra en mi pecho.
¿Qué tengo que hacer?

Ahora que todo está hablado,
va el amor a posarse
en las ramas secas 
de ese árbol que plantamos.
Va dictando su ley
su derecho y su condena.

Es pronto para olvidar.
Tu recuerdo vuela tras de mí,
como sombra que bate sus alas 
negando su caricia y su canto

¿Que hay que hacer?

Cruzaré desde oriente a occidente
en este cuerpo pasajero
guarida de un espíritu nómada.
en busca de un consuelo.

Es pronto para el consuelo,
Buscaré la compañía más generosa,
de la inmensa soledad.
Buscaré tu sombra en el llano
sin sonidos
sin rumores
sin nubes de colores
ni rocío de esperanzas.

Rendido a tus pactos,
dejaré que  resbalen los años.

Lo intenté,

¿Qué hay que hacer?


jueves, 21 de marzo de 2019

En el lugar donde habita la Infelicidad.






Sabes que ya nunca escucharás aquello que siempre quisiste oír.
Buscas por todas partes lo que jamás vas a encontrar.
Llegaste demasiado lejos navegando por ese mar de olas suaves, que te mece y te arrastra al interior del océano, en un velero con bandera de soledad.


Y si en ese rumbo incierto, con todas sus horas y días a la deriva de una vida incompleta,
abandonas el velero,
dará igual que tu mano no acaricie el mar,
más allá del destino, verás permanecer la silueta del barco abandonado
por un naufrago voluntario rendido a la sentencia que pone todas las cosas en su sitio.


Serás el que debías ser, ese que ya nadie necesita.


Con casi todo en esta vida perdido,
mucho más de lo debido.
Lo que me habéis quitado,
es lo que menos falta os hacía,
lo que más os sobraba.


Me habéis dejado en esta cueva,
donde solo encuentro apego a la soledad de este mar de desidia,
y estas cuatro cosas materiales que corresponden a una vida ensimismada.


Ya no hay nada que pueda complacer ninguna apetencia,
no pretendo nada y si hubiera una mínima tentación,
la privación es mi único anhelo.
Esta flagelación, no es más que un castigo infringido.
Un sufrimiento desbocado, que me traslada al sitio de la infelicidad,
el único lugar donde se puede penar la culpa.


domingo, 10 de marzo de 2019

promesas del sol.




Sin pensar,

se pasa la vida;
golpeando las bandas
de la mesa de billar
buscando trazar
la carambola adecuada
que nos haga huir de la soledad.

quedan unas leves marcas
dibujadas por el tiempo,
que nunca deja de pasar.

¡Quién supiera escapar!
aunque fuera por la puerta de atrás
del cansancio y la desgana.

(Creo que he perdido peso).

Hasta la razón me abandonó,
puse a su lado todos mis sueños.
Se marchó con ellos,
y en este callejón sin salida,
sigo esperando la vuelta del destino perdido.

Hoy el sol está contento
porque el atardecer le ha salido bueno.
Aprovechado, le comento,
en mi defensa,
que no perderé la oportunidad
Si se me presenta.

Esperaré cada día 
sin parar de esperar
dejaré correr el tiempo,
hasta convertirme en árbol seco,
con los pies hundidos en la tierra
nunca más me elevaré del suelo.

No soñaré más con su boca de fresa
ni pensaré que me ven 
sus ojos de miel.
Todo guardado 
dentro de los pensamientos prohibidos
y me iré a dormir,
al infierno que tengo prometido.

Puede que no esté todo perdido,
tal vez  en un rato
de media vuelta el destino
y ella vuelva a mi lado.

Y vea el color de los días
Y de la vida,......

Que el sol antes de irse
ha prometido
que va a volver,
a verme otra vez
mañana al amanecer.




lunes, 4 de marzo de 2019

No hay perdón




Aburrirse es una forma de cansancio, una suerte de desánimo vital que incrementa el desaliento mientras el tiempo según pasa nos va robando las ilusiones más intimas.

Este tedio y otros desastres han ido deteriorando los sentimientos y junto con la excesiva precariedad de los afectos, han acabado convirtiéndome en una especie de viudo anticipado al que todos los días cuando despierta, el primer fulgor que le viene a la cabeza le atormenta con la monserga de unos obcecados pensamientos que reclaman a esta vida lo poco que merece la pena, que solo son un par de cosas que al fin y al cabo, la edad ha acabado extirpando.

La edad que ahora me permite dilucidar muchas cosas y el tiempo me van haciendo reconsiderar todas las advertencias que manda la experiencia a través del recuerdo.
Todo esto, sin que haya perdón en todos los años que queden por venir. Perdonar, no es más que un gasto moral de desprendimiento y generosidad que sin una voluntad por seguir queriendo nunca liberará las asperezas de la incomprensión, por mucho que se intente transgredir la línea de lo razonable, no matará nunca el rencor.
Por fin he visto mi retrato pintado. Soy un padre pordiosero que recoge los pedazos de sus hijos con la devoción del mendigo, siendo la limosna de esos pedazos lo poco que alguna vez me hace sentir virtuoso.
Lo mejor, tal vez sea desaparecer o vivir escondido para seguir viviendo, evitar todo reconocimiento, determinar incluso que si no pudiera desaparecer, que sea todo lo demás lo que esté desaparecido.

En lo olvidado no cabe ni rencor ni perdón posible.




miércoles, 27 de febrero de 2019

Después del olvido




Como un faro muerto
la figura de un ser abatido,
se perfila en el horizonte.
Pasos lentos
llenos de calma,
sombra perdida entre las sombras.
Dueño solo de una tristeza.

Sin buscar,
sin voluntad o deseo de encontrar.
Una ventana,
solo una entre todas las ventanas
desde donde nunca le observa la esperanza.
Después, vuelve a su deambular sin rumbo
mientras la última plenitud de luna
se va escapando,
como se escapa la noche
y la vida,
y el brillo de esos ojos
cegados porque le han olvidado.





domingo, 17 de febrero de 2019

Desde que comenzaste a presentir que estabas talado.





Hoy, este tremendo miedo me ha vuelto a convertir  en un ser abatido. La vida va recibiendo el maltrato de lo que no puede predecir.

He huido evitando un enfrentamiento, que, de antemano, ya sabía que estaba perdido, porque ¿Quién quiere derrotar ese deseo de saberse querido?

En la soledad de la huida, reconozco que nunca llegaré a alcanzar esta meta que tanto anhelé y a la que he dedicado casi toda mi existencia, Sé que apenas quedará una mínima ilusión de, tal vez, permanecer en lo más espeso de las memorias de los que quise, antes de que me olviden sin guardar de mi ni el más mínimo afecto.

Nada habrá que enmarque mi recuerdo en la conciencia de esos seres que sin duda, con el tiempo, serán ufanos a mi existencia. Mis esfuerzos por dejar huellas profundas, se borrarán con las primeras lluvias de primavera y hasta ahí se alargará esta sombra que proyecto.

Desgraciadamente, el destino se evade en el recuerdo de tantas solicitudes de cariño y en consecuencia de tantos desprecios. Al menos, servirá esta obstinación para aliviar la culpa nunca redimida del todo en este pertinaz comportamiento intentándolo una y otra vez para que el sufrimiento que ocasiona la indiferencia, suene mejor con la música de la insistencia; a pesar de que bien pudiera causar el efecto contrario haciendo que los que mas te quisieron sean ahora los que mas te aborrezcan.. (Cuando no hay nada que decir, se queda uno callado, y no molesta).

Siento un dolor en otra dimensión. Lo huelo, lo presiento, lo aguardo y me someto a su desdicha con cierto afán mortuorio,  lo que me duele suscita al tiempo un tinte funerario y también un tufillo a sarcasmo impostado porque nunca me dejé llevar por nada que contradijese lo que soy, ni lo que debo ser.
Parece imposible, que alguien sin orgullo ni prestancia, e incluso de carácter bonancible, pueda provocar tantos agravios o indignaciones con la traición al amor, acompañada por el esfuerzo de una mentira que no hubiera podido durar para siempre,
Vilezas con las que se pierde  la lealtad a la propia conciencia y al compromiso que se forjó con la rutina de las lineas que no se cruzan en la vida o de las propias líneas de las manos, cuando la vida no sea otra cosa que la posibilidad de llegar a algún sitio juntos y a tiempo.

Ahora, la cama se ha quedado muy grande. La casa, aunque sea la misma, tampoco contribuye al sosiego. Sus espacios incrementan la extrañeza de un sitio distinto o tal vez sean las puertas que permanecen cerradas y muestran un desuso como de casa abandonada.

Poco a poco todo se va acabando, o mejor dicho se va extinguiendo sin otra sensación que la de su inutilidad. El único provecho que todavía se le saca a estas paredes donde cuelgan fotos y cuadros es el recuerdo que renace de ellos como si con ellos se rehiciera de alguna manera una mínima felicidad de este ser derribado en exceso, al que nadie necesita.



domingo, 27 de enero de 2019

Correr por correr.



La salud, cuando se han pasado los 50, tiene la condición de la aventura y lo digo, más cerca de la confidencia que de la confesión ya que llegando a estas edades no tranquiliza la reflexión sedentaria que se pueda hacer desde el sillón sobre esta, que cada día va siendo más expuesta y de más riesgo.
Como algunos días soy de esas personas que alienta o recarga lo que el animo pierde, consigo redimir mis culpas proponiendo retos imposibles en pos de reconfortar el ego.
Por eso, me propuse hacer algo de ejercicio como nuevo reto para evitar con dignidad que no desapareciera jornada tras jornada entre la desesperanza y la rutina la salud que a duras penas conservaba afianzando escasos achaques.
Entre todos, escogí los únicos que se pueden ejecutar sin dependencia de compañeros o contrincantes, son baratos y no están sujetos a ser practicados en instalaciones especiales u horarios concretos, así que me decante por la bicicleta y las carreras de fondo aunque tuve que aplicar cierta disciplina para superar mi enorme desaliento ante la fatiga.

Ahora, he llegado a un punto en que cada vez que corro o cojo la bici, lo hago sin la preocupación por el agotamiento. Casi nunca propongo un destino concreto, solo salgo con la presunción de salvar lo que soy y lo poco que tengo.
Me considero igual que un viajero con muy poco equipaje subido a mi propio tren, con la única necesidad de pasar deprisa por todas las estaciones.
Es como si el mundo en el que vivo estuviera lleno de amenazas y lo que cada día físicamente he conseguido salvar, fuera suficiente garantía para tratar de no perderlo al día siguiente.

El tiempo contra el que compito, es el maquinista impío de este tren, que en cada salida, me va regalando esta metamorfosis física de la que trato de defenderme, pero que en este vericueto de vida me va transportando irremediablemente hasta la última transformación donde ya solo quedará disfrutar, con una mínima complacencia, de ese paisaje que no podré sobrepasar.

Cuando voy por la montaña o entre bosques, es cuando más disfruto. Allí se depura mi mente con el extravío de estos pasos, en muchas ocasiones errabundos, pero, que al fin terminan en la misma espesura de la desorientación y la extenuación.
El rumor de los torrentes disuelve en la conciencia cualquier ocupación mental o moral, mientras todo se convierte en cobijo del cansancio y a la misma vez el ruido del agua y la belleza del paisaje predicen el alivio físico del cuerpo, que se satisface, simplemente, con el sosiego de la contemplación de este extravío o huida de todo lo innecesario.

En estos momentos de extenuación y de perdida en el paisaje, me doy cuenta de que nada puede ganarse en la soledad, únicamente, la confirmación de que no existe una meta. Si acaso, la ilusión de desaparecer.
En este desvarío, es donde he llegado a entender que la felicidad solo es un lugar indefinido que cuando se ha visitado, pierde su entidad real y se convierte en una especie de vitola o marca de un recuerdo o añoranza, y después de este efímero instante de inmensa felicidad lo único que permanece es la tranquilidad de haber estado allí. No es mas que una quimera engañosa, quizás, únicamente efectiva y real en estos momentos de ensimismamiento y debilidad que sobrevienen justo cuando el cuerpo en el abatimiento de ese último esfuerzo, vence al reto.

Concluido el ejercicio, y ya algo mas cercano a la sustancia de mi verdadero rostro, me veo en el espejo como un dibujo difuminado, que podría ser de mi juventud, o de cualquier otra época, y me digo a mi mismo, que las persona nunca dejamos de ser lo que fuimos, ni dejaremos de ser lo que somos, soñemos lo que soñemos o corramos lo que corramos.




domingo, 20 de enero de 2019

Noches como esta.



La vida, debería ser solo, algunas noches.
Noches como esta,
eternas, intensas e irreales
con ese sabor amargo que otorga lo efímero
y sabor venenoso del pecado
-como si fuésemos jóvenes
como si aún pudiésemos malgastar
tiempo impunemente.

Las noches como esta,
convertidas en memoria de la juventud.
Como si despertara una vieja pasión,
como si volviesen de nuevo otras noches
para herirnos con el arma de la envidia
por todo cuanto fuimos y vivimos
y que aún a veces nos tienta
con su insolencia.
Porque esas fueron la verdadera vida.

Y lo fueron tal vez, porque el recuerdo
las salva concediéndoles el derecho de fusionarse
en una sola noche irrepetible,
donde el mundo se postró a nuestros pies
en aquella altiva adolescencia.

Larga noche de frío y de nieve,
que la memoria te la guarde como yo te guardo,
con brillos de cohetes de verbena,
en ese cielo negro donde flotan
adolescentes muertos, deseos imposibles.