Tan solo un saludo, simplemente levanto la mano desde lejos y hago una pequeña mueca de aprobación. Sigo siendo demasiado tímido. He dejado la puerta abierta y me fascina que alguien entre a husmear a casa, me irrita el atrevimiento, sin embargo esto es público y si lo puse o expuse aquí no es sino para vencer mi terca soledad interior.
Sea pues. Se bienvenido.
Soñar, si es despierto cuesta caro.
Quien diga lo contrario miente.
La imaginación en el altar del deseo,
nos embriaga de fantasías,
mientras nos vacia los ojos condenandolos a la ceguera.
es mejor no ver cuando se sueña -nos dice-.
Juventud fabulada y gloria utopica,
sumas de cuentas doradas,
todo parece gratis,
es solo cuestión de fantasear.
El recibo lo traera la frustración al regresar al mundo,
con la cobardía del acatamiento al destino,
la sumisión a la necesidad creada,
a la conciencia impuesta.
pequeñas dosis de desolación y abatimiento,
algunas humedecidas con lágrimas,
otras, simplemente, pasadas por el agua de los tristes días de lluvia.
La reina de la mentira siempre cobra este peaje.
Todas las flores si se cortan, acaban mustias
Vivirás mientras puedas pagar las ilusiones, dice Morfeo.
Que otras vidas más hondas sofoquen mi nostalgia
y que el don del valor me sea concedido.
Que el amor se engrandezca, sea fiel y dure
y que ajenos paisajes impidan la tristeza.
Que el olvido y la muerte, que el tiempo y el dolor
formen por esta vez en el bando vencido.
Que las luces se apaguen, y en la noche del cine,
esa breve mentira nos convierta en seres más vivos.
Que los vientos soplen del este y traigan sones de trompetas triunfadoras,
que las aguas vuelvan a sus cauces y amainen los impetus del desenfreno y la gloria.
Que los deseos no se dejen vencer.
Nunca se debe mentir me iba diciendo mientras fingía en aquel bar que esperaba un café, cuando estaba allí, sentado tras la barra, solamente buscando el calor de su sonrisa.
-Si, con un poquito de leche, si puede ser.
Sé que aun antes de remover el azúcar, ya pertenecía a su olvido,
y sin embargo, el café siempre tuvo cierto sabor a victoria.
Próximo tren fuera de servicio, se ruega disculpen las molestias.
Dijo una voz de mujera la que, haciendo un ejercicio de clarividencia, intenté imaginar.
Sometiéndome al ámbar de sus ojos acepté sus disculpas y al amparo de la luz azul de un fluorescente, esperé lánguidamente nuevas noticias de sus labios.
Metro les informa que el próximo tren, es más elegante, con mejores acabados, asientos de cuero, elevalunas eléctricos y una rubia imponente para sentarse a su lado.
Una suave brisa con olor a perfume caro, salía del altavoz rozando mi cuello a modo de sugerente susurro.
Con la sensación de triunfo asegurado, mis labios dibujaron la más seductora de las sonrisas cuando algún idiota me agarró del hombro y agitandome con fuerza dijo:
-Vamos hombre, despierte, que ya toca cerrar.
A veces, el sueño y el alcohol lo embarullan todo.
Más allá del centeno se esconden los niños todos lo sabemos, allí es donde el viento se transforma en huracán, donde todas las olas son gigantes. Es allí donde las nubes tienen formas y donde los relojes aún no se han inventado.
Allí, los chiquillos, con sus pistolas de agua y sus inocentes espadas de madera, juegan a matar el tiempo.
Los niños que no saben nada y el tiempo que lo sabe todo Unos son felices porque juegan y el otro porque se entretiene.
Todos se divierten en este recreo. Los críos pronto aprenden que no hay tiempos muertos pero que si hay muertos en el tiempo. Y como se acaban los juegos, termina la infancia porque el tiempo, que siempre pasa haciendo daño, poco a poco, se ha ido yendo despacito, sin hacer ruido y como es su costumbre, dejando algún recado.
Entre el ocaso y el amanecer me dedico a hacer heridas sangrantes en corazones desesperados. No por eso soy cruel, lo hago por solicitud previa, no sirvo a cualquiera, solo a los que me necesitan, a los que me buscan.
Hundo con mis propias manos a estos débiles en la más profunda frustración y los dejo patalear hasta que pierden el aliento y se resignan al abandono sometiendose a mi voluntad..
Entonces cuando incluso la inercia de respirar desaparece, los libero y me retiro para que el mal rato pasado corroa su ánimo. En ese momento se puede atisbar en sus caras una intima felicidad pues tienen otro pedazo de miseria que justifica su desgraciada vida.
Algunos se dan cuenta de que llevan una mochila cargada de penas cada vez más pesada y reparten sus desgracias por doquier. Hay que huir de ellos o te llenan de angustias.
Otros, sin embargo, viven corroidos por la envidia, achacan al resto del mundo su ausencia de alegría, menosprecian su bienestar porque siempre podría ser aún mejor, el deseo los hace esclavos.
Continuarán viendo penas y desgracias donde no las hay, y me provocan para que los hiera.
Ese incesante escapar de la felicidad al que son fieles muchos de estos humildes mortales, es lo que hace que su carne y su sangre me sean irresistibles.
Siempre fui bueno en encontrar estos locos que viven sufriendo sin necesidad.
Los encierro en sus mazmorras internas más oscuras y tenebrosas y les hago confidencias al oído, les doy seductoras alternativas a esa mísera vida, y cuando se confían a mí los desamparo de nuevo y apuñalo con angustiosa lentitud sus exiguas esperanzas.
Ante sus miradas suplicantes me río mientras los golpeo con la saña y el ardor propio de un perro rabioso.
Pero como digo, solo me dedico a herir, matar es otra cosa, es mucho más afectivo, diría que más serio y personal.
Ese placer no se le puede negar al que se ha sentenciado a sí mismo.
Ser implacable con los agonías y los tristes eso me ha tocado en este mundo. Un oficio al que me dedico con abnegación y devoción absoluta porque lo mío es verdadera afición, por algo me llamo Justo.
Como un espejo, no soy nada
hasta que usted no me mira.
......
Con aquel roce sutil del perfume
y la caricia de aquella blusa azul de seda vi perderse su mirada en la raya de sus labios.
Aténgase usted a las consecuencias de mirar sin ver.
En el asiento de al lado,
sin atreverme a seguir leyendo,
Quedé inmóvil hasta que su aroma se diluyo en su ausencia.
partir no es tan malo cuando se piensa en la otra alternativa.
Porque desde que el olvido dejó de ser una elección, vago desde unos pasados dudosos a otros sin certificado de garantía.
El olor de las gomas de borrar, la suavidad de una mano pequeña, la frescura de las mañanas, los roces del susurro, el despliegue de una sonrisa, el rocío en los zapatos o simplemente una hoja de laurel entre la ropa de un cajón, son trenes donde subo con la tremenda ilusión de que me lleven hacia algún destino pasado.
Con andar cansino y ese traquetear parsimonioso de la decepción, acaban siempre en la misma parada. Confusión se llama ese lugar, allí nada de lo que existe es real, pero tampoco se puede asegurar que todo sea imaginario o fantástico.
Sin ese infierno de las pasiones, ni las taras, los vicios o las deficiencias de otros tiempos, queda uno depositado como una piltrafa en el mundo de la vejez y la ruina.
Es el miedo quien nos dice que la decadencia y los años no son peores que la otra alternativa.
No pretendo comprender porqué hago ciertas cosas y no otras, eso es algo que me la trae al pairo. Si lo hago, será por algo. No busco explicaciones.
Ya sé, ya sé, todos dicen que tengo suerte. Que mi trabajo es bueno con bastante tiempo libre y buen sueldo, que tengo una buena casa aunque todavía no la haya pagado. Y que mi mujer es de lo mejor que hubo nunca en nuestro barrio.
No tengo queja de nada de eso, lo más probable es que toda la inconformidad y mala hostia que acumulo sea por mi mismo.
Voy a descubrirme, me quito el sombrero al oír la frase de Galileo "La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo".
Ese es mi principal problema, no me conozco a mi mismo, tengo que reflexionar sobre esto.
No lo haré hoy, lo apunto en el mogollón de cosas pendientes para hacer el resto de mi vida.
Conocerme a mi mismo, buen propósito para empezar el nuevo año.
Ayer empecé a tomar notas en un cuadernillo de muelle con papel cuadriculado y áspero.
Lo primero que escribí en él seguramente influenciado por la textura del papel fue lo siguiente:
Soy áspero e irascible.
No eso no es del todo cierto, debo de anotar, a fuerza de ser sincero, que la aspereza y la irascibilidad la tengo de puertas para dentro, con la gente de casa con el resto soy todo lo contrario. Lo que es peor es que no me cuesta trabajo ser amable y comprensivo con los desconocidos o con los amigos que por cierto a pesar de no ser muchos los conservo desde hace años.
Digo yo que eso será por la educación que he recibido en la escuela o por la que me dieron en casa o tal vez por esta manía que tengo por empatizar con todo dios.
Parece que lo mejor de uno mismo es la apariencia. No estoy de acuerdo con esta postura pero si creo que esa es la que predomina en mí y en mi entorno, mis padres y mis hermanos principalmente.
Vamos aparentando que las cosas que nos molestan, realmente no nos molestan, o que no existen los problemas que realmente siempre han existido.
No tenemos escape más que de puertas hacia dentro.
En realidad, no me he averiguado si soy o no soy áspero. Tengo que apuntar en ese cuadernillo otra cosa más sobre mi carácter. Soy volátil e indeciso.
Ahí si que estoy seguro. No sé lo que quiero, lo que necesito o lo que me conviene.
Siempre me he dejado llevar. Incluso en los restaurantes, las pocas veces que he ido, siempre he pedido lo mismo que alguno de los otros,
Es posible que eso sea inseguridad.
Inseguro, si, eso también lo voy a apuntar porque es verdad.
Joder soy un dechado de virtudes, Áspero, volátil, indeciso e inseguro. Debería de plantearme buscar cosas buenas, alguna virtud, o cualidad de la cual me pueda enorgullecer….
Coño, resulta que también soy vanidoso o engreído…. Hostias eso si es verdad. Me gusta que me adulen que los otros piensen bien de mí.
Estoy empezando a ponerme nervioso, siempre he pensado que toda la gente era parecida, o igual pero ahora creo que este punto lo debería consultar con un psicólogo, o psiquiatra….
Después de escribir otro día en el cuaderno realmente descubro un ser espantoso. He hablado de ello con Lucia. Ella dice que tengo razón que soy bastante despreciable. Sin embargo ella aquí está.
Cuando le he preguntado porqué seguía aguantando a un ser tan repulsivo como yo, me ha contestado que no sabía.
Otra misión será descubrir como es Lucia. Tampoco lo sé y me llena de curiosidad tener que descubrir a estas alturas que hacemos juntos. O lo que es peor descubrir lo que hayamos hecho ya.
No se, que va a pensar mi hijo cuando sepa que es fruto de un ser despreciable con una mujer desconocida.
Existiría al menos el amor en algún instante.
Vamos a decir que sí. Lo que pasa es que ya no me acuerdo de eso. O tal vez debería apuntar en el cuaderno “Embustero”.
Esta mañana caminando hacia el trabajo me preguntaba por el resto de las personas que se cruzaban por mi camino, por la gente que vivía en mi barrio. Por las voces que se salían por alguna de las muchas ventanas todas alineadas e iguales que componían fachadas horribles de aquellos edificios grises llenos de gente gris, desconocida.
Yo también grito a menudo, sobre todo cuando discuto con Lucía.
Me avergüenzo de ello. Pero por lo menos no volveré a escribir la palabra irascible dentro de mi cuaderno de papel áspero como yo.
O, tal vez debería poner dos veces la palabra iracundo recalcando la cantidad de mala leche que se acumula en mi interior.
Pero eso es, pienso, porque no tengo otro escape mas que dentro de casa, con aquellos a los que más y mejor me soportan.
En este sentido quiero cambiar, lo que pasa es que es muy difícil. Ahora Lucía desconfía de mi, no cree que una persona como yo cambie de la noche a la mañana.
El sábado pasado intenté ir a pasar el día fuera de casa con Hugo, Ir los tres solos a una pequeña aldea que a ella siempre le gustó. Pero ella se negó, la excusa fue cojonuda. Que qué íbamos a hacer allí los tres solos.
He de reconocer que su negativa me dejó perplejo, pero lo que mas me sorprendió fue su argumentación: ¿Qué vamos ha hacer allí los tres solos?
Esto nada más puede interpretarse de una forma. Ella ya no quiere estar conmigo. Se sacrifica lo justo pero no más de lo necesario.
Lucía necesita un estimulo. Mañana la comprare ese perrito que siempre quiso tener.
Un foxterrier de pelo duro. Mañana la sorprenderé a ella y a mi mismo, porque esta va a ser la primera vez que intento solventar uno de mis mayores defectos, miraré por lo que le gusta a los demás.
Una norma de lo más básico y que siempre, siempre sin querer olvido. Pongamos en el cuaderno que también soy egoísta pero esto lo voy a poner entre comillas. A mí me interesan los demás, pero sinceramente tengo que decir que no demasiado.
Vamos que me dan un poco lo mismo, realmente sólo me afecta cuando su estado de ánimo repercute sobre mí, su pesar, su mal humor, su depresión no me causa indiferencia cuando altera alguno de mis planes pero no puedo negar que en general paso. (tampoco puedo decir que le de importancia, pero me afecta).
El siguiente tren también lo perderé, soy consciente de ello.
Las decisiones, si son firmes, a veces parecen un toro de lidia, envisten a la cita del impulso para conseguir sólo un engaño, una metáfora, un capotazo de dolorosa experiencia. Tal vez, sólo eso.
Mi decisión es firme sin meditación posible que pudiera profanar esta sagrada forma de vivir que tengo.
Este tren lo dejo marchar mansamente hacia un más allá que nunca será mío. En la lejanía me despediré de ese futuro que evité, cerraré otra puerta y recibiré una nueva puñalada de absoluto arrepentimiento.
No hay peor forma de ser infiel a uno mismo, dominar tu propia voluntad, vencer la pasión, la tentación. Tener miedo a perder lo que se tiene por conseguir lo que de verdad quieres. Perder lo que no se tiene, no da miedo y en realidad, deberíamos sentir pánico porque en la renuncia, lo que perdemos es parte esencial de nuestra sustancia, el deseo, el entusiasmo, el ansia, la ambición..
El culpable es sin duda el tiempo que pasa siempre haciendo daño marcando a las personas con la señal de la sumisión, del acatamiento, de la subordinación. El tiempo es el que acaba con las ilusiones, con la fantasía y con la voluntad. Es él el que nos convence para dejar que los trenes se marchen, uno tras otro. Él es el culpable de mantenernos anclados en el andén de la rutina hasta que, como todo en esta vida, esta también termina.
No sé por qué fue en Nueva York, donde me despojé de un nuevo cadáver. Tal vez fue simplemente la fecha correcta en la que uno da por perdida la batalla entre la madurez y la vejez, o tal vez el desamparo de la soledad en una ciudad tan llena de calles vivas, de edificios vivos, de muertos vivos y de fantasmas.
Lo cierto es que allí quedo otro de mis cadáveres y en su entierro sonó Tom Waits
Uno llega a acostumbrarse a morir, de hecho se muere muchas veces en una vida. Muere el bebé y se convierte en niño, para morir de nuevo y quedar sepultado en la distancia remota de la adolescencia, y este adolescente vuelve a morir pasando a ser joven sin quedar más que vagos recuerdos, alguna inquieta vergüenza y poco más.
El difunto adolescente quedó sepultado en alguna oscura carretera tras amar en el asiento trasero de algún cadillac solitario.
El joven que fui también falleció al amparo de la madurez, del asentamiento de las sombras y las dudas, de la implantación de las normas, del respeto al código de circulación, del merecido salario, de las razones de peso de los proverbios chinos y de la obediencia debida.
En Nueva York acabó muriendo mi yo maduro. Allí, al cobijo de una ciudad nueva y moderna, muerta ya como el joven que yo fui y ahora convertida en una ciudad con la estola de vieja pero no antigua, carente de esa solera que da el tiempo pero con la ostentación del abandono y el descuido que solo los ancianos se pueden permitir.
Esta vida no es más que un continuo re-morir, o tal vez renacer, qué más da. Al final todos los caminos nos llevarán a Roma o a Nueva York.