Tan solo un saludo, simplemente levanto la mano desde lejos y hago una pequeña mueca de aprobación. Sigo siendo demasiado tímido. He dejado la puerta abierta y me fascina que alguien entre a husmear a casa, me irrita el atrevimiento, sin embargo esto es público y si lo puse o expuse aquí no es sino para vencer mi terca soledad interior. Sea pues. Se bienvenido.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Allí donde se guardan las llaves.
Ya sé que mis recuerdos se borran pero esta bonita noche me vuelve a dar la posibilidad de velar por mi memoria.
Todo va desapareciendo de mi interior. El vacío va ocupando todos los lugares de personas, alegrías o penas que un día fueron mías, solo mías.
Las palabras.También las palabras desaparecen.
La sensación es rara, es como perder las llaves que has usado hace un instante. Sabes muchas cosas de ellas, sabes como son, para que sirven, pero no las encuentras, no recuerdas donde las dejaste.
Al poco tiempo ya no recuerdas para que las buscas, no tienes ni idea de que es lo que ibas a hacer con ellas.
Buscas, rebuscas sin éxito, pero sigues empeñado en encontrarlas y pasado algún tiempo ya ni siquiera sabes qué estás haciendo ni porqué estás mirando en algún bolsillo o revolviendo ese cajón.
Antes de que todo se olvide, antes de que ya no quede nada, quiero recordar lo poco que tengo con fuerza infinita, tal vez sea la última vez que recuerde vuestra cara, vuestro nombre. Tal vez mañana ya no sea capaz de encontraros.
Por eso agradezco a esta noche en vela, esta pequeña ventana abierta que me deja ver aún los recuerdos de los momentos y la gente que me hicieron ser lo que aún soy.
Con esta pequeña lucidez que me queda alcanzo a comprender que una vida se acaba cuando desaparece todo lo que se ha vivido, cuando el recuerdo se diluye en el polvo del camino, cuando ves que toda tu historia ha sido escrita en el agua, cuando no puedes mirar atrás porque no hay nada, ni lápices de colores, ni susurros al oído, ni roces con otros cuerpos, ni agua fría en la cara, ni lluvias de otoño, ni los zapatos mojados, ni niños sonriendo. Ni lunas, ni grillos….
Admito con desgana este final sin nada.
Si he de ser sincero, utilizando algún gramo de sensatez, agradezco haber sido lo que fui, y también estas noches de insomnio revisando viejas fotos, algunas incomprensibles ya y releyendo esas olvidadas cartas sin remitente ni dirección que escribí allá en la lejanía del tiempo, tal vez previendo esta mala jugada del devenir.
Y al preguntar de nuevo por las llaves, ya recuerdo que están en el fondo del mar, matarilerilerile, Matarilerilera.
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