martes, 23 de noviembre de 2010

AL AMANECER.



Y estuve así, día tras día, hasta que el último día se acabó

Apoyándome en el lamento de lo que hice,

apenas sin arrepentimiento ni orgullo.



El tiempo me encontrará asumiendo mi condena,

contemplando desde el paredón de castigo

los que serán ya mis últimos discernimientos.



Y para esa última lucidez solo cabe una despedida,

pronto empezaré a vagar por extraños sueños hasta mi muerte.



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