Con tranquilidad he empezado a poner cartelitos con el nombre de todo lo que me rodea.
Al principio, me ha parecido una tontería, pero me he ido dando cuenta de todos los nombres que ya he olvidado sin querer.
Nevera, muy fácil. Mesa, muy fácil. Y así muchos nombres, las cosas grandes las recuerdo con facilidad pero las pequeñas, se lo que son, se para que sirven pero no sé como se llaman.
Una de las ultimas que he recordado ha sido “tetrabrick”, no sabía como se llamaba, me he puesto hasta nervioso y e intentado buscar el nombre en el propio recipiente, pero desgraciadamente está todo en alemán y no lo he encontrado por ninguna parte.
No he querido desesperarme y me he sentado como me han dicho que haga cuando quiera recordar algo, “sentarme y relajarme que ya vendrá”.
Pues no, no venía y la imagen del recipiente cuadrado de la leche dando vueltas en la cabeza sin saber como coños se llamaba aquello.
Le he puesto al final un “papelito amarillo” (que no se como se llama) con una interrogación y así he seguido, poniendo nombre a lo que me acordaba e interrogaciones a lo que ya había olvidado.
Cuando he acabado he contado todas las interrogaciones, 25 en total.
Es cierto que poco a poco voy recordando algún nombre. Cuando me acuerdo corro a quitar el “papelito amarillo” con la interrogación y escribo su verdadero nombre. A continuación lo dejo bien a la vista para acordarme cada vez que lo vea.
He conseguido quitar 7 interrogaciones.
Al final no era tanta tontería como pensé en un principio.
Empiezo a tener cierta perspectiva de lo que viene.
Espero olvidar primero las malas experiencias y conservar lo mejor, lo mas bonito hasta el final. Sería terrible tener solo malos recuerdos.
Demasiado malo. No creo que llegue a ese extremo, aunque tampoco estoy seguro de que eso no pase.
Lo iré asumiendo como he ido haciendo hasta ahora, la vida va pasando y las páginas se van repitiendo. Cada día hago las mismas cosas, veo las mismas caras, oigo las mismas conversaciones. Al final no hace falta acordarse de mucho para vivir esta vida tan rutinaria y tan vacía de palabras, tan llena de silencios.
Porque desde hace algún tiempo, los silencios es lo que más práctico. Seguramente empecé a hacerlo sin darme cuenta, como queriendo disimular mi falta de expresión, intentando pasar la página día tras día lo mas silenciosamente posible para que nadie, ni yo mismo, lo pudiera descubrir.
Por el momento reconozco las palabras que no recuerdo cuando las escucho, es decir se que significan pero no se en que lugar de mi cabeza las escondo que nunca las encuentro para utilizarlas en caso necesario.
Se lo que quiero decir pero me paro cierto tiempo para buscar el modo de decirlo. Me doy cuenta de como algunos compañeros al cabo de unos segundos de verme titubear me ayudan y completan la frase que yo no supe acabar.
Creo que alguno ya lo sabe, me ha parecido verle la pena en los ojos, bajan la vista para ocultármela pero yo se la he visto.
Me acabo de acordar de otra “diccionario”. Voy corriendo a escribirla y a ponerla en el libro (diccionario).
Que grandes palabras y que bonitas son algunas.
Soñar, sentir, desear, amar, mar,……, azul.
Azul, que palabra “azul”. No acaba nunca. Si analizamos cuanto dura nos damos cuenta de que es infinita, va disminuyendo el sonido pero permanece una vibración eterna en mi cabeza.
Esto ya lo habré dicho en alguna ocasión.
Si tuviera que quedarme con una sola palabra, con una última palabra, me quedaría con esta “A Z U L”.
No tiene un especial significado para mi, me recuerda el cielo, pero no por algo especial, simplemente porque el cielo, el cielo que suelo recordar es de un azul intenso, macizo, de un azul sedoso, aterciopelado de mi azul, al fin y al cabo.
Hay otras palabras que tienen mucho mas significado para mí. Nombres de personas, de lugares, o nombres comunes de cosas que por ahora encajan en mi cabeza y cuadran con situaciones vividas y por supuesto muy apreciadas por mi.
Pondría por ejemplo la palabra concha. Concha amarilla, la del Camino de Santiago.
No me acuerdo ya mucho es la verdad, después de un rato pensando en ello, me he dado cuenta que también tendría que ponerle un papelito amarillo con una interrogación.
La sensación que tengo, recordando la “concha amarilla” es de haber sido muy feliz haciendo el Camino. Fuimos muy felices, no sólo yo, creo que mi hijo también lo fue. Entonces él era un niño, tenía sólo 11 años.
Seguramente en aquella época ser su padre era algo mucho mas importante.
Quizá todos tengamos algo de alzheimer y vayamos aparcando en el olvido tantas cosas que al final no sepamos encontrar lo que buscamos entre tanta montonera de recuerdos herrumbrosos y desordenados.
Tal vez fue un buen recuerdo para él y luego dejo de idealizar aquello porque la desilusión siempre acaba reinando en la cabeza de los adolescentes.
Se derrumbó aquella imagen que tenía de mí.
Al final mi propio hijo se encargaría de enterrar para siempre aquel camino en una tumba pequeña y sin lápida para no volver a recordarlo.
Aún así aquella semana fuimos felices los dos, eso si lo recuerdo.
A pesar de todo, aun, no somos unos desconocidos, al menos yo aún recuerdo a todos los que me rodean pero hemos perdido mucho de lo que entonces teníamos.
Asumo mi responsabilidad. Soy culpable.
Igual que el día en que ella me dijo que estaba embarazada, aunque aquella vez se trataba de un simple retraso. Recuerdo que puse mi mano en su vientre mientras conducía aquel coche que llamábamos Kelonio.
Revolotearon millones de mariposas dentro de mí. De eso si me acuerdo y también de su cara sonriendo y de su mano tocando mi nuca.
Que jóvenes éramos. Todo el futuro estaba allí y no había mas que un plan, querernos y querer a aquel que estaba allí en su vientre diciéndonos que iba a venir.
Mas palabras, árbol, hoja, tronco, noche….
Está anocheciendo y yo estoy cansado, debería haber recogido la casa un poco pero no me apetece.
Lo único que quiero es estar sentado frente a la ventana mirando como todo se va oscureciendo y poco a poco me va diciendo que ya es la hora de acostarme, y que mañana será otro día.
Como dice un amigo: “Un día mas, un día menos”.
A lo mejor, mañana despierto y todo ha sido una pesadilla, no encuentro estos papeles amarillos pegados en las cosas, no veo más interrogaciones.
Es maravilloso esto que ha dejado escrito. Ha hecho que se me salten las lágrimas. Muchísimas gracias.
ResponderEliminarLo primero que he pensado al leer esta joya es...¿''disimular su falta de expresión, don Paco''?
ResponderEliminarYo quiero llegar a tener tu sabiduría, Paco. No sabiendo nada de ésto hasta hoy, ni me lo imaginaba, yo, hija predilecta de un sistema espía. Supongo que eso es buena señal, amigo lindo.
El silencio, como tantos elementos, nos une, nos ata las experiencias. Y hay que aceptarlo. Cuando alguien me dijo una vez que al silencio había que escucharlo, me reí. Luego un día lo escuchas y hasta duele, pero resulta bonito. Muchos besos y muchas gracias, por todo.
Gracias, son ustedes dos enormes joyas, encantado de que vengan por aquí de vez en cuando a visitarme.
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