sábado, 6 de noviembre de 2010

Hoy saldré de viaje.


Hoy saldré de viaje. Uno de tantos. Son ya bastantes los kilómetros recorridos por este viajero.

No son demasiados los lugares visitados pero siendo sincero creo que han sido casi todos los que me han apetecido.

Seguramente faltarán unos pocos pero la salud y el tiempo lo impiden. Ya no podré visitarlos.



Viajar solo tiene ventajas, sobre todo para los solitarios. No me defino como un ser hosco o triste, pero si soy solitario.

Mi viaje de hoy como tantos otros será un viaje largo, seguramente cansado y como casi todos los demás he de hacerlo sin compañía.

Subiré el puente de la desidia y me lanzare a los caminos que el destino me tenga preparados.

Esta mañana antes de partir siento una leve nostalgia de todo lo que se quedará en casa. Pero, no se porqué, hoy soy, sobre todo, especialmente sensible al recuerdo de mi infancia.

Algo se me ha quedado atascado en la memoria y no puedo sacarlo de ahí.



Soy un espectador, simplemente veo las cosas que veía cuando niño.

Veo una casa de adobe y piedra vieja y oscura, veo también una lumbre con un caldero encima y unos gatos que se frotaban contra los arcones antes de tumbarse en el suelo fresco de pizarra.



Merecería la pena comprar estas imágenes si no fueran mis propios recuerdos, al menos pagar por sentir las sensaciones que nos traen.

Pero hoy no debo permanecer mas tiempo contemplando mi infancia hoy me tengo que ir.

Otro viaje. No me apetece prepararlo demasiado. Yo creo que ya está todo listo. Sólo necesito la intención, no pensarlo demasiado e irme. Con eso es más que de sobra.



La lumbre siempre crepitando en aquella chimenea enorme con aquellos calderos calentando agua a todas horas, con sus troncos enormes a ambos lados para sujetar las llamas. Y esa bombilla solitaria y ennegrecida por el humo pendiente solo de un cable y de dibujar sombras extrañas en las paredes.



No se me va la imagen de aquel escaño lleno de papeles, de periódicos y pasquines religiosos cuyo nombre no recuerdo y que poco a poco voy deshojando y quemando.



No debo mirar más atrás. Me voy de viaje me despido con un leve quejido, como una sirena de un barco que desaparece en el horizonte, así tendido en la cama empiezo mi viaje sin retorno y contemplando ese crepitar de un fuego como el de mi infancia donde voy quemando una a una las hojas del libro de mi vida, que realmente son solamente páginas repetidas una y mil veces hasta la saciedad.



Como los pasquines que ardieron deshojados en el fuego triste de mi niñez, así he ido quemando todos los días de mi vida.

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