sábado, 6 de noviembre de 2010

La ética de la libertad.


No seré el imprudente que cierre la puerta por donde se percibe un hálito de esperanza..
No, no seré yo.
Tampoco miraré con rencor al que se someta a la tortura de esperar lo inesperado, lo imposible.
No llamaré miserable al que muera después de haber vivido muerto.

No lo haré.

Pero, no tendré piedad con aquel que se arrepienta de lo que pudo hacer y no hizo.

Es pura cuestión de principios; no me gustan los que no asumen responsabilidades, odio a todos aquellos donde el temor a los errores, puede más que el orgullo de los aciertos. Esos que se limitan a limitarse y están eternamente dolidos por sus propias limitaciones.
Esos hipócritas hijos de puta que malgastan su vida en una frustración continua llena de reproches, de amargura y de envidias.
No habrá piedad para ninguno de estos cuando se sometan a mi juicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por sus comentarios.