Tal vez sea una exageración decir que he pasado más de mil veces por la carretera de Galapagar.
No lo podría decir con exactitud, pero unas cuantas si la he recorrido a lo largo de estos diez años que llevo viviendo en el Escorial.
El otro día, sin embargo, pasaba por ella dentro de la nostalgia y el olvido. Algunos tramos no los recordaba.
La impresión era la misma que cuando descubro una carretera nueva. Como si nunca hubiera estado allí antes y de pronto, acto seguido, me encontraba con otro perfectamente reconocible y familiar.
Por buscar algo agradable he comprendido que a partir de ahora empezaré a descubrir mundos nuevos a cada instante. Mundos que tendré que volver a anotar minuciosamente en mi sesera y probablemente, por algún extraño avatar, los volveré a olvidar.
Me pregunto por qué hay algunas cosas que olvido y otras que recuerdo con más facilidad.
Indago cada día en miles de kilómetros de recuerdos, más o menos deshilvanados para sacar alguna conclusión razonable y a decir verdad, todavía no he encontrado ninguna.
Será que en esta vida todo lo vamos guardando en cajas, alguna de ellas cerradas con llaves, como si fueran o valiosos tesoros que no quisiéramos perder o amargos episodios que cerramos para no volver a encontrar.
Fuera como fuese, ahí debe de estar todo.
Lo que pasa, es que no encuentro las llaves, por eso voy construyendo cajas nuevas y como si de un síndrome de Diógenes se tratara, llenando mi cabeza con mil memorias inservibles, algunas de ellas ni siquiera mía, me apodero de ellas como si lo fueran.
A la hora de discernir entre lo mío propio y lo que he añadido como si lo fuera tengo serias dudas.
Últimamente leo bastante y recuerdo los paisajes o las personas que en ellos aparecen como si fueran realmente vividos por mí. No se si esto es bueno, pero no me importa. A falta de recuerdos propios, bueno es tener alguno aunque no lo sea.
Por otro lado, pienso, que la propia vida que uno vive, no tiene que ser exclusiva, puede ser también una vida robada a un cuento o a una novela, mucho mejor si tienen un final feliz.
Al fin y al cabo la vida, ya que se vive, se debe hacer de la mejor manera posible. O como se suele decir. “no importa el medio, lo que importa es el fin”.
Ese fin al que todos llegaremos algún día.
Mis medios por ahora son la confusión, el olvido y el falso recuerdo. A todo ello tengo que sacarle provecho. No quiero huir de nada de lo que me toca, más al contrario, al igual que descubro tramos nuevos de un carretera mil veces transitada, así debo descubrir quien soy y que es lo que una vez guardé en un arcón (tal vez azul) y ahora no sé donde puse la llave.
Y si la llave está en el fondo del mar, no queda mas remedio que preparar otro arcón también azul e irlo llenando de nuevo con recuerdos, imágenes, nombres y palabras que aunque desconocidas ya nunca serán lo suficientemente nuevas.
Y en un lugar bien visible del arcón poner una nota que me recuerde que hay una llave perdida de otro arcón azul lleno con otra historia que tala vez, sea la mia.
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