jueves, 16 de diciembre de 2010

Malditas ilusiones dirigidas.



Todos salieron contentos a buscar lo que la televisión les dijo que tendrían que encontrar.
Iban unos de la mano de los otros y a la cabeza de todos, el señor gordo voceando palabras desconocidas para la mayoría.

Los niños, ese es el pretexto y a la vez el inicio de la mecha.
Esos niños que algún día dejaran de serlo, y se someteran sin extrañeza al mismo chantage que sus ancestros.
Se uniran al baile, se converntiran en otro engranage de esta rueda que alimenta al hombre gordo que anuncia, de nuevo, la Navidad.

Y así, estupidamente, seguiremos pagando lo que pidan por una ilusión fingida.

Maldita manera de pasar frío y tener hambre al compás de alguna estupida cancioncilla.




lunes, 6 de diciembre de 2010

Los gatos, por la noche, son pardos.




En la calle, ya solo reconozco miradas con interrogantes.
He descubierto que a veces, miramos a otros con la esperanza de reconocerlos o ser reconocidos.
Algunos incluso marcan una animadora sonrisa, una especie de tentación a la praxis de la correspondencia, una especie de traición a la vez que una mera complicidad.
No reconozco a ninguno y al mismo tiempo todos me parecen familiares. Un mundo extraño este de las percepciones cuando uno navega por este mar de profundas dudas, de respuestas innecesarias , carentes de preguntas o simplemente de interés.

El otro día mismo, me perdí dentro del espejo acompañando a aquel tipo que desde allí me miraba con esa hipocrita sonrisa llena de anhelos escondida tras la espuma de afeitar.

No se dónde iremos a parar.
Será la luz, la que me engaña, porque esta noche, es cierto que todos los gatos son pardos.




jueves, 2 de diciembre de 2010

Abismos



En cuanto despierte de este letargo inmenso, tal vez sea demasiado tarde y no encontraré luna ni estrellas que brillen.
Ahora dudo incluso que alguna vez hubiera algo distinto a una infinita confusión entre lo real y lo imaginario. Ni siquiera parece real el frío que acaricia mi rostro.

Tal vez mi verdadera historia haya sido enterrada por alguna fantasía que nunca fue mía, aún así desaparecer del todo me asusta.

Siento que cuando caiga, caeré en en vano, sin dejar la más mínima huella. Por esto me estremezco al borde del abismo.

Resisto sin caer, mirando en la profundidad un mar batiente, lleno de luces y sombras, que de vez en cuando susurra un nombre (tal vez el mío) y trata de convencerme para que salte.



martes, 23 de noviembre de 2010

AL AMANECER.



Y estuve así, día tras día, hasta que el último día se acabó

Apoyándome en el lamento de lo que hice,

apenas sin arrepentimiento ni orgullo.



El tiempo me encontrará asumiendo mi condena,

contemplando desde el paredón de castigo

los que serán ya mis últimos discernimientos.



Y para esa última lucidez solo cabe una despedida,

pronto empezaré a vagar por extraños sueños hasta mi muerte.



miércoles, 10 de noviembre de 2010

Allí donde se guardan las llaves.






Ya sé que mis recuerdos se borran pero esta bonita noche me vuelve a dar la posibilidad de velar por mi memoria.

Todo va desapareciendo de mi interior. El vacío va ocupando todos los lugares de personas, alegrías o penas que un día fueron mías, solo mías.

Las palabras.También las palabras desaparecen.

La sensación es rara, es como perder las llaves que has usado hace un instante. Sabes muchas cosas de ellas, sabes como son, para que sirven, pero no las encuentras, no recuerdas donde las dejaste.

Al poco tiempo ya no recuerdas para que las buscas, no tienes ni idea de que es lo que ibas a hacer con ellas.

Buscas, rebuscas sin éxito, pero sigues empeñado en encontrarlas y pasado algún tiempo ya ni siquiera sabes qué estás haciendo ni porqué estás mirando en algún bolsillo o revolviendo ese cajón.

Antes de que todo se olvide, antes de que ya no quede nada, quiero recordar lo poco que tengo con fuerza infinita, tal vez sea la última vez que recuerde vuestra cara, vuestro nombre. Tal vez mañana ya no sea capaz de encontraros.

Por eso agradezco a esta noche en vela, esta pequeña ventana abierta que me deja ver aún los recuerdos de los momentos y la gente que me hicieron ser lo que aún soy.

Con esta pequeña lucidez que me queda alcanzo a comprender que una vida se acaba cuando desaparece todo lo que se ha vivido, cuando el recuerdo se diluye en el polvo del camino, cuando ves que toda tu historia ha sido escrita en el agua, cuando no puedes mirar atrás porque no hay nada, ni lápices de colores, ni susurros al oído, ni roces con otros cuerpos, ni agua fría en la cara, ni lluvias de otoño, ni los zapatos mojados, ni niños sonriendo. Ni lunas, ni grillos….

Admito con desgana este final sin nada.

Si he de ser sincero, utilizando algún gramo de sensatez, agradezco haber sido lo que fui, y también estas noches de insomnio revisando viejas fotos, algunas incomprensibles ya y releyendo esas olvidadas cartas sin remitente ni dirección que escribí allá en la lejanía del tiempo, tal vez previendo esta mala jugada del devenir.

Y al preguntar de nuevo por las llaves, ya recuerdo que están en el fondo del mar, matarilerilerile, Matarilerilera.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ya sé que es lo que tengo. (Se llama Alzheimer o algo así).

¿Dónde acabará esta noche?.
¿En el mismo parque de ayer?,
¿En el banco de los despojos?
¿Dónde estarán las luces del listo?
¿Dónde las cuerdas de atar al loco?

Mañana será un mejor día
Hoy es preferible que se acabe ya.

¿Para que miro por la ventana
si sé que nadie vendrá?
La luz está pegada en las paredes
Las sombras se esconden para no verme
¿Dónde está la esperanza que espero?
¿Dónde el último día de esta pesadilla?
¿Qué abrirán las llaves del fondo del mar?
¿Quién sabrá encontrarme cuando me pierda?
¿Quién recordará mi nombre cuando yo lo olvide?
¿Qué será aquello que ya no conozco?
¿Dónde miraré cuando no sepa ver?
Las luces pegadas a las paredes ya no se ven
Esta senda sigue, sigue y sigue
Ya no sé cuando empezó.

será que estoy cansado.

¿Dónde estará el parque de ayer?
¿Quién eres?,
¿Cómo te llamas?
¿Cómo me llamo?
¿Cómo?
¿Qué?
¿Por qué?.

Dirección al Averno.




Refugiado dentro de mi propia sombra, en el patio trasero de un bar,
con ese vértigo opaco producido por el alcohol,
allí donde la música se apaga con un ritmo de latido ácido y grave.
Humillado, sometido, vencido por un misterioso sentimiento de culpa.

En ese rincón, con angosta conciencia, la entrañable mirada del tedio me sorprendió esa noche de última juventud.


Así fue la primera vez que supe cómo llegar al averno.
El reloj y los años a veces apestan.


La cometa


Pendiente de un hilo

sobrevuela el cementerio

la cometa roja y blanca

en la mano tierna de un niño.



Un tirón, una sonrisa,

¡pájaro!, ¡ vuela libre!, ¡se feliz!.



El árbol también mira hacia arriba,

preso en su quietud envidiosa

enredado con el viento y con el suelo

quiere bailar el aire

quiere ser cometa.



Un enganchón

para romper su inocencia...



Bajo el suelo, brotando la muerte.

Y una plegaria se eleva a lo alto.



El niño sobre la muerte,

el hilo sobre la mano

la cometa sobre el cielo,

el árbol anclado al suelo.



Todos juegan, viento, cometa, árbol, niño y muerte.

Papelitos amarillos.



Con tranquilidad he empezado a poner cartelitos con el nombre de todo lo que me rodea.

Al principio, me ha parecido una tontería, pero me he ido dando cuenta de todos los nombres que ya he olvidado sin querer.



Nevera, muy fácil. Mesa, muy fácil. Y así muchos nombres, las cosas grandes las recuerdo con facilidad pero las pequeñas, se lo que son, se para que sirven pero no sé como se llaman.



Una de las ultimas que he recordado ha sido “tetrabrick”, no sabía como se llamaba, me he puesto hasta nervioso y e intentado buscar el nombre en el propio recipiente, pero desgraciadamente está todo en alemán y no lo he encontrado por ninguna parte.

No he querido desesperarme y me he sentado como me han dicho que haga cuando quiera recordar algo, “sentarme y relajarme que ya vendrá”.



Pues no, no venía y la imagen del recipiente cuadrado de la leche dando vueltas en la cabeza sin saber como coños se llamaba aquello.

Le he puesto al final un “papelito amarillo” (que no se como se llama) con una interrogación y así he seguido, poniendo nombre a lo que me acordaba e interrogaciones a lo que ya había olvidado.



Cuando he acabado he contado todas las interrogaciones, 25 en total.

Es cierto que poco a poco voy recordando algún nombre. Cuando me acuerdo corro a quitar el “papelito amarillo” con la interrogación y escribo su verdadero nombre. A continuación lo dejo bien a la vista para acordarme cada vez que lo vea.

He conseguido quitar 7 interrogaciones.



Al final no era tanta tontería como pensé en un principio.

Empiezo a tener cierta perspectiva de lo que viene.

Espero olvidar primero las malas experiencias y conservar lo mejor, lo mas bonito hasta el final. Sería terrible tener solo malos recuerdos.

Demasiado malo. No creo que llegue a ese extremo, aunque tampoco estoy seguro de que eso no pase.



Lo iré asumiendo como he ido haciendo hasta ahora, la vida va pasando y las páginas se van repitiendo. Cada día hago las mismas cosas, veo las mismas caras, oigo las mismas conversaciones. Al final no hace falta acordarse de mucho para vivir esta vida tan rutinaria y tan vacía de palabras, tan llena de silencios.

Porque desde hace algún tiempo, los silencios es lo que más práctico. Seguramente empecé a hacerlo sin darme cuenta, como queriendo disimular mi falta de expresión, intentando pasar la página día tras día lo mas silenciosamente posible para que nadie, ni yo mismo, lo pudiera descubrir.



Por el momento reconozco las palabras que no recuerdo cuando las escucho, es decir se que significan pero no se en que lugar de mi cabeza las escondo que nunca las encuentro para utilizarlas en caso necesario.

Se lo que quiero decir pero me paro cierto tiempo para buscar el modo de decirlo. Me doy cuenta de como algunos compañeros al cabo de unos segundos de verme titubear me ayudan y completan la frase que yo no supe acabar.

Creo que alguno ya lo sabe, me ha parecido verle la pena en los ojos, bajan la vista para ocultármela  pero yo se la he visto.





Me acabo de acordar de otra “diccionario”. Voy corriendo a escribirla y a ponerla en el libro (diccionario).

Que grandes palabras y que bonitas son algunas.

Soñar, sentir, desear, amar, mar,……, azul.



Azul, que palabra “azul”. No acaba nunca. Si analizamos cuanto dura nos damos cuenta de que es infinita, va disminuyendo el sonido pero permanece una vibración eterna en mi cabeza.



Esto ya lo habré dicho en alguna ocasión.



Si tuviera que quedarme con una sola palabra, con una última palabra, me quedaría con esta “A Z U L”.

No tiene un especial significado para mi, me recuerda el cielo, pero no por algo especial, simplemente porque el cielo, el cielo que suelo recordar es de un azul intenso, macizo, de un azul sedoso, aterciopelado de mi azul, al fin y al cabo.



Hay otras palabras que tienen mucho mas significado para mí. Nombres de personas, de lugares, o nombres comunes de cosas que por ahora encajan en mi cabeza y cuadran con situaciones vividas y por supuesto muy apreciadas por mi.

Pondría por ejemplo la palabra concha. Concha amarilla, la del Camino de Santiago.

No me acuerdo ya mucho es la verdad, después de un rato pensando en ello, me he dado cuenta que también tendría que ponerle un papelito amarillo con una interrogación.



La sensación que tengo, recordando la “concha amarilla” es de haber sido muy feliz haciendo el Camino. Fuimos muy felices, no sólo yo, creo que mi hijo también lo fue. Entonces él era un niño, tenía sólo 11 años.

Seguramente en aquella época ser su padre era algo mucho mas importante.

Quizá todos tengamos algo de alzheimer y vayamos aparcando en el olvido tantas cosas que al final no sepamos encontrar lo que buscamos entre tanta montonera de recuerdos herrumbrosos y desordenados.



Tal vez fue un buen recuerdo para él y luego dejo de idealizar aquello porque la desilusión siempre acaba reinando en la cabeza de los adolescentes.

Se derrumbó aquella imagen que tenía de mí.

Al final mi propio hijo se encargaría de enterrar para siempre aquel camino en una tumba pequeña y sin lápida para no volver a recordarlo.



Aún así aquella semana fuimos felices los dos, eso si lo recuerdo.



A pesar de todo, aun, no somos unos desconocidos, al menos yo aún recuerdo a todos los que me rodean pero hemos perdido mucho de lo que entonces teníamos.



Asumo mi responsabilidad. Soy culpable.



Igual que el día en que ella me dijo que estaba embarazada, aunque aquella vez se trataba de un simple retraso. Recuerdo que puse mi mano en su vientre mientras conducía aquel coche que llamábamos Kelonio.

Revolotearon millones de mariposas dentro de mí. De eso si me acuerdo y también de su cara sonriendo y de su mano tocando mi nuca.



Que jóvenes éramos. Todo el futuro estaba allí y no había mas que un plan, querernos y querer a aquel que estaba allí en su vientre diciéndonos que iba a venir.



Mas palabras, árbol, hoja, tronco, noche….

Está anocheciendo y yo estoy cansado, debería haber recogido la casa un poco pero no me apetece.

Lo único que quiero es estar sentado frente a la ventana mirando como todo se va oscureciendo y poco a poco me va diciendo que ya es la hora de acostarme, y que mañana será otro día.

Como dice un amigo: “Un día mas, un día menos”.

A lo mejor, mañana despierto y todo ha sido una pesadilla, no encuentro estos papeles amarillos pegados en las cosas, no veo más interrogaciones.



Tengo miedo al ridículo, no a la estupidez.


Otro día con currículo.

Cuanto menos, hoy sol y moscas. Un cielo azul, una brisa suave aunque podía ser un poquito mas fresca.

Sombras nítidas y verdes brillantes en los árboles. Es un día agradable donde los haya, no parece verano parece uno de esos días de invierno de esos que hace calorcito y te apetece ponerte la manga corta.





Voy a darme un paseo a estirar las piernas y a observar a la gente.

Como me gusta imaginar quien es cada uno de los que me cruzo. Estoy seguro que casi siempre acierto en mis elucubraciones, y si no acierto me da igual. Me lo paso bien.

Es de las mejores cosas que se pueden hacer en este mundo, imaginar, mentirte un poco a ti mismo.





Imagínate que estás tumbado al sol a la orilla de un río, del río Águeda, por ejemplo. Oyendo el rumor de las aguas que golpean suavemente las peñas limpias que hay a su alrededor.

Imagínate que tienes una caña y un retén de moscas a tu lado. Levantas la vista y ves en el agua las truchas nadando contracorriente, retándote para que las pesques.

Lanzas y recoges con parsimonia, mirando atentamente el buldo y de repente un tirón en la tanza te dice que alguna ha picado.



Va a ser que no, que la última vez que pesqué algo todavía era soltero……

Es lo que me pasa, me imagino cosas que me gustas y luego me desilusiono porque no puede ser que algo que nunca ha sido real se haga sólido, se haga cierto y por lo tanto acabo rendido a la evidencia y negando con la cabeza.



Al final imaginar es mentirse a uno mismo, pero no por eso deja de ser bonito.



Al final la imaginación ha podido conmigo y me he ido a comprar un boleto de la primitiva simplemente para demostrar que mi intuición se volveria a equivocar.



Toda una odisea echar una primitiva en Alemania sin saber alemán.

En principio, los boletos son algo mas complicados que en España. Eso ya debería habes sido suficiente para tirar abajo mi férrea voluntad de jugar. Sin embargo como el despacho estaba lleno de gente, no me he atrevido a salir, me ha dado vergüenza, entrar tan decidido y salir huyendo ante el primer problema.

Me ha parecido que iba a hacer el ridículo, en una palabra.



Sin embargo lo ridículo ha sido todo lo que ha venido después. Indagando en todos los boletos de distintos colores y con diversidad de apartados, no he descubierto uno que pusiera bonoloto, o primitiva o jueves y sábado.

El alemán no hay quien lo entienda.

Una mujer mayor se ha acercado y me ha dicho algo que no he comprendido, luego se ha reído porque lo que ha dicho debería de ser gracioso. Lo peor es que yo también me he reído.



La señora, ante mi muestra de simpatía, me ha hecho una pregunta (por supuesto también en alemán) entonces he puesto la cara de la persona mas gilipollas del mundo, no por no poder contestarla sino por haberme reído de su gracia como si la hubiera entendido.

La mujer seguía mirando esperando una respuesta.

Antes de parecer un maleducado he preferido pasar por imbécil.

Le he dicho que no entendía alemán que si me podía hablar en inglés.

La señora se ha girado y no ha vuelto a mirarme siquiera.



Eso no ha sido todo, he cogido un boleto cualquiera, uno rojo, lo he rellenado, con los seis números de rigor, he esperado la cola pensando en el desagradable momento anterior y sintiéndome observado tanto los de adelante como los de detrás de mi.



Al llegarme el turno, antes de volver a hacer el canelo he preguntado a la señorita que si hablaba inglés. Muy amablemente me ha contestado que no y sin dar ninguna muestra de educación me ha preguntado algo en su perfecto alemán. Otra vez ha vuelto mi cara de imbécil.

Mientras yo pensaba en la tontería estaba haciendo. La muchacha seguía hablando y a mi me estaba entrando una especie de mareo.

Lo inteligente hubiera sido darse la vuelta y salir, pero vuelvo a demostrar y a mostrar que soy un gran estupido.



Allí me he quedado agrupando cada vez a más fieles a mí alrededor. Como seguíamos sin entendernos he decidido actuar. He sacado una moneda de dos euros poniéndosela delante de las narices.

Su reacción ha sido un tanto extraña, ha sacado una moneda de un euro y luego la ha guardado.

He entendido que las apuestas costaban tres euros, pues acto seguido he sacado otro euro y lo he unido a la anterior moneda. Ella ya estaba hablando con el nervioso de atrás que hacía rato que desproticaba.

Ha cogido mis tres euros y me los ha puesto en la palma de la mano, mientras con la otra me despedía cortésmente señalándome la puerta.



Dentro de todas las humillaciones que he podido padecer esa seguramente ha sido la menos mala, porque un terco como yo hubiera aguantado allí con estupida tenacidad haciendo el ridículo por no querer hacerlo.



Habré quedado como el culo y lo que es peor encima lo he pasado mal….. Como si de esa mujer o de la opinión que se formaran sobre mi los que allí había, dependieran el resto de mis días.





¡Que asco, coño!, tener que sufrir y padecer las inclemencias de uno mismo.

Hoy que ha hecho un día estupendo tengo que acabar estropeándolo, como casi siempre, con alguna de mis estupideces.

Solamente cuatro


Cuatro cuatreros titiriteros.

Cuatro decenas todas bien llenas

Cuatro por diez hacen cuarenta

Cuatro entre dos dan otros dos



Cuatro puntos cardinales

Cuatro ojos cuatro

Cuatro esquinitas tiene mi cama



Cuatro estaciones, al año

Cuatro cuartos la hora

Cuatro lunas luneras

Cuatro cuartillos que hacen un litro

Cuarteto somos los cuatro

Cuatro dos perros un loro y un gato



Cuatro hojitas un trébol raro

Cuatro horitas en el jardín buscándolo

Cuatro veces bueno haberlo encontrado.



Cuatro millones de veces mejor dártelo.

Carretera de Galapagar.


Tal vez sea una exageración decir que he pasado más de mil veces por la carretera de Galapagar.

No lo podría decir con exactitud, pero unas cuantas si la he recorrido a lo largo de estos diez años que llevo viviendo en el Escorial.

El otro día, sin embargo, pasaba por ella dentro de la nostalgia y el olvido. Algunos tramos no los recordaba.

La impresión era la misma que cuando descubro una carretera nueva. Como si nunca hubiera estado allí antes y de pronto, acto seguido, me encontraba con otro perfectamente reconocible y familiar.

Por buscar algo agradable he comprendido que a partir de ahora empezaré a descubrir mundos nuevos a cada instante. Mundos que tendré que volver a anotar minuciosamente en mi sesera y probablemente, por algún extraño avatar, los volveré a olvidar.



Me pregunto por qué hay algunas cosas que olvido y otras que recuerdo con más facilidad.

Indago cada día en miles de kilómetros de recuerdos, más o menos deshilvanados para sacar alguna conclusión razonable y a decir verdad, todavía no he encontrado ninguna.

Será que en esta vida todo lo vamos guardando en cajas, alguna de ellas cerradas con llaves, como si fueran o valiosos tesoros que no quisiéramos perder o amargos episodios que cerramos para no volver a encontrar.

Fuera como fuese, ahí debe de estar todo.

Lo que pasa, es que no encuentro las llaves, por eso voy construyendo cajas nuevas y como si de un síndrome de Diógenes se tratara, llenando mi cabeza con mil memorias inservibles, algunas de ellas ni siquiera mía, me apodero de ellas como si lo fueran.

A la hora de discernir entre lo mío propio y lo que he añadido como si lo fuera tengo serias dudas.

Últimamente leo bastante y recuerdo los paisajes o las personas que en ellos aparecen como si fueran realmente vividos por mí. No se si esto es bueno, pero no me importa. A falta de recuerdos propios, bueno es tener alguno aunque no lo sea.

Por otro lado, pienso, que la propia vida que uno vive, no tiene que ser exclusiva, puede ser también una vida robada a un cuento o a una novela, mucho mejor si tienen un final feliz.



Al fin y al cabo la vida, ya que se vive, se debe hacer de la mejor manera posible. O como se suele decir. “no importa el medio, lo que importa es el fin”.

Ese fin al que todos llegaremos algún día.



Mis medios por ahora son la confusión, el olvido y el falso recuerdo. A todo ello tengo que sacarle provecho. No quiero huir de nada de lo que me toca, más al contrario, al igual que descubro tramos nuevos de un carretera mil veces transitada, así debo descubrir quien soy y que es lo que una vez guardé en un arcón (tal vez azul) y ahora no sé donde puse la llave.

Y si la llave está en el fondo del mar, no queda mas remedio que preparar otro arcón también azul e irlo llenando de nuevo con recuerdos, imágenes, nombres y palabras que aunque desconocidas ya nunca serán lo suficientemente nuevas.

Y en un lugar bien visible del arcón poner una nota que me recuerde que hay una llave perdida de otro arcón azul lleno con otra historia que tala vez, sea la mia.

Salmón o Jamón, qué más da.

Hoy o tal vez ayer, no tengo ya la seguridad de que el tiempo corra de la manera adecuada, me he perdido yendo a trabajar. No ha sido como otras veces en las que no me doy cuenta ni siquiera de que me haya perdido porque no tengo una percepción cierta de que estoy haciendo si voy o vengo, si subo o bajo o simplemente si es real o imaginario.

No, está vez sabía que me había perdido que todo era desconocido porque realmente era nuevo.

Lo mejor de todo es que esto le puede pasar a cualquiera.



Por eso estoy contento, he sabido discernir entre lo que es mi recuerdo y lo que como hoy ha sucedido, nunca lo ha sido.



No se cual es la parte del cerebro que desconecta los recuerdos, bien cierto es que tampoco me importa. Todos los recuerdos están llamados a desaparecer. No merece la pena preocuparse por ellos los muertos no recuerdan, ni sufren por no poder hacerlo.



Estaré llegando a ser un exclusivo muerto viviente, pero eso solo es el destino y este como ya he dicho en alguna ocasión, este es una copa de la cual todo ser vivo está obligado a beber.



Por lo tanto hoy puedo decir que me siento bien. Para celebrarlo me voy a preparar una cena especial no lujosa pero si de capricho, Una ensaladita de tomate con un poquito de queso parmesano, algo de orégano y una miajita de pimienta, un pedacito de Salmón al Microwave (que gran invento) con su aceite virgen de oliva (aunque desgraciadamente tendrá que ser griego) y para acompañar todo esto una deliciosa Hacker-Pschorr 1417. Opto por la cerveza porque lógicamente el vino que puedo conseguir por estas tierras deja mucho que desear.



He fracasado en mi intento. No encuentro salmón o habré olvidado que es. Sin embargo, si he visto una bandeja con un papelito amarillo que pone jamón cocido. Seguro que añadiéndole ese dichoso aceite griego, hace las veces de aquello que se quedo escondido en la nevera y en mi memoria.

Hoy saldré de viaje.


Hoy saldré de viaje. Uno de tantos. Son ya bastantes los kilómetros recorridos por este viajero.

No son demasiados los lugares visitados pero siendo sincero creo que han sido casi todos los que me han apetecido.

Seguramente faltarán unos pocos pero la salud y el tiempo lo impiden. Ya no podré visitarlos.



Viajar solo tiene ventajas, sobre todo para los solitarios. No me defino como un ser hosco o triste, pero si soy solitario.

Mi viaje de hoy como tantos otros será un viaje largo, seguramente cansado y como casi todos los demás he de hacerlo sin compañía.

Subiré el puente de la desidia y me lanzare a los caminos que el destino me tenga preparados.

Esta mañana antes de partir siento una leve nostalgia de todo lo que se quedará en casa. Pero, no se porqué, hoy soy, sobre todo, especialmente sensible al recuerdo de mi infancia.

Algo se me ha quedado atascado en la memoria y no puedo sacarlo de ahí.



Soy un espectador, simplemente veo las cosas que veía cuando niño.

Veo una casa de adobe y piedra vieja y oscura, veo también una lumbre con un caldero encima y unos gatos que se frotaban contra los arcones antes de tumbarse en el suelo fresco de pizarra.



Merecería la pena comprar estas imágenes si no fueran mis propios recuerdos, al menos pagar por sentir las sensaciones que nos traen.

Pero hoy no debo permanecer mas tiempo contemplando mi infancia hoy me tengo que ir.

Otro viaje. No me apetece prepararlo demasiado. Yo creo que ya está todo listo. Sólo necesito la intención, no pensarlo demasiado e irme. Con eso es más que de sobra.



La lumbre siempre crepitando en aquella chimenea enorme con aquellos calderos calentando agua a todas horas, con sus troncos enormes a ambos lados para sujetar las llamas. Y esa bombilla solitaria y ennegrecida por el humo pendiente solo de un cable y de dibujar sombras extrañas en las paredes.



No se me va la imagen de aquel escaño lleno de papeles, de periódicos y pasquines religiosos cuyo nombre no recuerdo y que poco a poco voy deshojando y quemando.



No debo mirar más atrás. Me voy de viaje me despido con un leve quejido, como una sirena de un barco que desaparece en el horizonte, así tendido en la cama empiezo mi viaje sin retorno y contemplando ese crepitar de un fuego como el de mi infancia donde voy quemando una a una las hojas del libro de mi vida, que realmente son solamente páginas repetidas una y mil veces hasta la saciedad.



Como los pasquines que ardieron deshojados en el fuego triste de mi niñez, así he ido quemando todos los días de mi vida.

El Aleph


No hace demasiados años, todo era nada y el tiempo no importaba ni se reía ni se lloraba, la luz no iluminaba nada, los sonidos no eran estridentes ni bellos, nada olía a rancio ni a flores.



En aquel tiempo no se cubrían con tristezas las bóvedas de los techos ni tampoco con alegrías los prados ni los bosques.

Solamente se pintaban en el aire pajaros con las manos.



Eso lo recuerdo.



Es un viaje en el tiempo y algunas veces entre tanto baúl cerrado y sin llave se me antoja una imagen reciente, pudiera ser de ayer mismo. Como si una cortina opaca se abriera y entrara una rayo de luz brillante y dentro de ese rayo volaran infinitas partículas de recuerdos como motas blancas de polvo.

Alguna vez viajo en los recuerdos olvidados y me asiento en una vaga imagen, vista, vivida,o quizas soñada. No lo sé.

Me acoplo a esa imagen intentando conservarla fresca, procurando unicamente que no se desvanezca sin mas.



Viajar hacia el propio pasado sin enmendar, evitar, ni añadir nada, sin reprocharse lo que se hizo o se dejó de hacer, simplemente como un espectador que vive el momento sabiendo que eso es lo que hay, lo que le corresponde, lo que le toca vivir.

Todo podría estar cerca o lejos, la línea del devenir girar pocos o muchos grados modificando parte de la historia, pero uno ni se ocupa, ni se interesa, ni intenta mover esa linea del destino.



Eso es lo mejor, ser a la vez espectador y protagonista de tu propia obra; y al final de la representación, siempre el mismo final, y siempre sabido de antemano.



Ese, es el Aleph de Borges, el momento donde todo es a la vez, donde el pasado y el presente coexisten sin superposición ni transparencia, millones de actos deleitables o atroces en ese mismo instante.

Y sin embargo, ninguno produce tanto asombro como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto.

Ni tu eres verdad, ni yo soy mentira.

Siempre querido al nacer y olvidado al morir,

entre el llegar y el partir pasamos mil ratos

llorando, riendo, amando

sufriendo, gozando, odiando,

dentro de mil añoranzas y alguna envidia.



Entre el morir y el nacer

Me pierdo, me pudro y desaparezco

Sin embargo, la mentira crece.



Soy al fin, lo que los demás ven.

Victima de mi propio engaño

Oculto tras un cristal perlado

Lleno de luces azules el reflejo que

se ve es pasado, es mentira.



La vida unas veces hipócrita,

otras ingenua, arruga el cuerpo

engaña el alma, nos saca del limbo

y nos lleva al olvido.



Cándidos niños escuchando un cuento,

flores de plástico sucias de polvo,

aún así la mentira es bella

por que todo es, de todo hay y lo que se busca se encuentra



Sombras sin luz.

Puertas sin muros.

Llama sin lumbre.

Verdades a medias.

Mentiras sinceras.



Hoy he vuelto a querer.

Otro arco sobra.




























Abraza el aire con tus ojos,

absórbete en la lluvia solitaria

que pudo ser de sangre y es de agua desangrada,

concibe el mundo en su cristal de lepra dulce,

percíbete agujereado de vacío y aristas en asedio

y no pierdas un mimbre de latido en inquietudes.



este es un valle de hojas secas.

Reclínate en el hueco de un nido silenciado,

haz de ti el ídolo flagrante y denegado a tu medida.

Olvídate de tu ser y cuanto pese o permanezca. Cuando caigas

de tí no habrá semilla.



Mas, cuanto tiene nombre

ha dado una pregunta al infinito.

La flecha huyó fuera del mundo.

Otro arco sobra.

Cualquier otro día volverá a llover.



He sido un privilegiado,
He andado bajo la lluvia, sin prisa, disfrutando de cada gota que generosamente mojaba mi cuerpo
He sentido la satisfacción de parecerle loco a los que desde sus refugios me observaban.
He recordado viejos tiempos ocupándome de correr, escondiéndome de las nubes, de su amenaza bajo un miserable paraguas y ahora me doy cuenta de que me equivocaba.
Por eso me río.
Bajo la lluvia aprendí que los momentos que no se disfrutan se pierden para siempre.

Ya sólo quedan los charcos que aún piso y la sensación del agua fresca resbalando por un cuerpo sin alma y sin límites.

El valor de la vida misma.



Aprecio el valor de las cosas cuando apuesto a perderlas.
Hay momentos, donde las curvas se cierran y el instinto que es poderoso te dice que sueltes el puño, pero hay algo ahí dentro que te dice que no, que aprietes más, que puedes entrar más deprisa, que te tires con saña al asfalto. La mano retuerce con rabia el acelerador y sientes que la tierra tira de ti hacia ella que te llama y te dice que pronto te tendrá.
Entonces viene el tiempo del no retorno, un mínimo instante en el que nada depende de ti, has jugado y cuando juegas tu única compañera es la suerte.
Ese, es un instante de absoluta felicidad una sensación de abandono total eres un ser inmaterial, diría que divino.
Luego, poco a poco, todo regresa a su lugar, vuelven los colores, los sonidos, el aire y sobre todo un miedo atroz a ti mismo porque sabes que habrá otra curva en otra carretera y volverás a jugar a estar vivo.
Como una partida de cartas, así es la vida, se afronta mirando al contrario a los ojos, sin dudar por un instante que en cada mano la suerte sabe más que nadie.

Algún día, dejaré de vivir así y como casi todo el mundo, me compraré un sofá mullido que me espere como un perrito fiel.
En él, sentado, dejaré reposar mis huesos y con la mirada perdida, añorando esas curvas, permaneceré con la esperanza de que la suerte, algún día, me lleve por fin al infierno.

No seré nunca capaz de apagar este destello de deseo.



Tristes lazos de luz rebelde

escondida tras los ojos de quien ya no ve.



Los días se fueron como soldados sin ánimo de

vencer y sin animo de volver.



Los esclavos pudientes con todo su dinero

entornaban los ojos viendo el sin fin de horas perdidas

mirando las oportunidades pasadas

la simpleza del junco mecido por el viento

la destreza del agua sorteando las peñas

o aquel vivido resplandor de luz robada

En el espejo de tus ojos.



Los cánticos de las alondras y las cortinas de las auroras

las cosas nunca vistas ni soñadas,

los secretos nunca sabidos, los gritos que nadie escuchó.



Atrás lo dejaron todo y se convirtieron en esclavos

Esclavos de nada dueños de todo.

Ahí yacen las cruces de sus tumbas esperando ser hizadas

y las fosas abiertas esperan ser cerradas.



¿Dónde dejaron de ser libres los hombres?.



Hay un lugar en el mundo que nadie conoce,

una umbría caliente y húmeda donde la brisa mece las hierbas

donde lo azul predomina sobre el resto,

donde los oídos no contaminan las melodías

donde los ojos ven lo que quieren ver,

donde el corazón se detiene cada Segundo.



Un lugar en el que la luz rebelde se deja ver en las sombras

donde se secan las lagrimas , las dulces y las amargas.

Un lugar en una memoria, en un recuerdo que no es el mío

Pero que me hace pensarlo y tener la absoluta esperanza de no encontrarlo.

Despedida y cierre.




Esta nueva marcha, es como un abandono, es algo como una sentencia de muerte pequeña, sin mas preambulo que el de la despedida y el brindis por esas huellas que dejas y que irremediablemente borrarán las olas del tiempo.
La palabras de despedida suenan huecas y alguna anecdota jocosa que no alcanzo a entender ilumina el rostro del que la cuenta como si fuera él mismo el protagonista, como si él fuera yo.
Me dedican miradas suaves, tristes y alzan las copas sabiendo que me voy.
Los miro uno a uno y grabo en mi cabeza sus caras para no olvidarlas deprisa, pero sé, que igual que aquellas lecciones que nunca quise aprender, no las recordaré.

Me despido de todos con un abrazos besos y atisbo ojos húmedos sensibles al adios.

Ya solo queda regresar a casa con quien sé que nunca me abandona. Me doy cuenta, otra vez, de que la soledad no está tan sola.

La ética de la libertad.


No seré el imprudente que cierre la puerta por donde se percibe un hálito de esperanza..
No, no seré yo.
Tampoco miraré con rencor al que se someta a la tortura de esperar lo inesperado, lo imposible.
No llamaré miserable al que muera después de haber vivido muerto.

No lo haré.

Pero, no tendré piedad con aquel que se arrepienta de lo que pudo hacer y no hizo.

Es pura cuestión de principios; no me gustan los que no asumen responsabilidades, odio a todos aquellos donde el temor a los errores, puede más que el orgullo de los aciertos. Esos que se limitan a limitarse y están eternamente dolidos por sus propias limitaciones.
Esos hipócritas hijos de puta que malgastan su vida en una frustración continua llena de reproches, de amargura y de envidias.
No habrá piedad para ninguno de estos cuando se sometan a mi juicio.

El don de la ubicuidad me queda grande.


En cuatro sitios a la vez he querido estar y en ninguno estuve. Una y otra vez lo intenté, una y otra vez fracasé. Me perdía en la inmensidad del mínimo grosor del cristal de la ventana. Otra vez a reiniciar,volver a dibujar este mapa de navegante incauto.

Las palabras se nublan como gotas pegadas a la niebla mientras mi interés por escuchar se seca y ya solamente oigo rumores átonos, sin significado, como si fuera el run-run lejano de la minipimer. Me encuentro estable, en un coma de carácter reservado.

La casa está fresca, la luz es blanda y el sonido de las hojas al rozarse es un tenue susurro en el aire. Pero no dice nada.
Mas allá de la ventana sólo un inmenso lugar distante y extraño lleno de colores y puntos en movimiento como insectos sin rumbo, ¿habrá alguno intentando ese asalto al Parnaso?

Y ahí estoy. sin salir ni entrar en el medio del cristal de la ventana. Encerrado en la celda de la ausencia sin ser ni dejar de ser. En un inmenso mundo interior que no tiene principio, fin , ni tampoco una mínima limitación temporal.

En cuatro lugares a la vez quise estar y no fui capaz.
En ninguno estuve.
Quise estar dentro y a la vez fuera, quise ser sueño y real.

Desafortunadamente no lo conseguí, me quedé suspendido en el mínimo grosor del cristal de la ventana, sin otra tentativa ni deseo, sólo queda este vivir un rato para morir más tiempo.

¿Quién no se ha quedado alguna vez dentro de esos dos o tres milímetros de cristal que nos separan del mundo? ¿Quién no ha mordido el anzuelo? ¿Quién no ha caído en la trampa?.


Cuando la luna te recuerda un asterisco.


Una marcha más, no sé hacia dónde, sólo sé que me fui y me perdí.

Yo sólo, me perdí.

Caí en la trampa de un sueño, caí en un saco roto para perderme del todo.

El aire, la lluvia, el cansancio y el miedo al fracaso fueron mis dueños y yo su esclavo.



La luna me avisó con tiempo suficiente, como un asterisco tatuado me dijo que mirara en el pie de página, pero, no hice caso, los límites no existen en los sueños, me dije.



Todo y nada que explicar a quien conoce de este cuento más de la mitad.



Siempre de paso. Siempre en silencio, sin regalar un verso, ni a dios, ni al diablo.

Sin escuchar otra cosa que viento, sin ver más allá de esa razonable distancia teñida de km/h.

Los postes kilométricos no miden lo que ya no importa, la carretera se ha convertido en un reloj de asfalto, pasa y pasa, pero nunca me dice lo que llevo ni lo que me queda, por algo es un viaje a ninguna parte, una especie de mas allá chiquitito, un huida al no retorno, un posible nunca jamás.

La moto suena poderosa, va diciendo que no renunciaremos a la victoria, el estandarte que portamos es azul infinito como el cielo profundo de los vencedores.

En cada parada, a menudo, alguien se sienta a mi lado y me pregunta a donde voy, pero nunca de donde vengo. Algún niño me señala desde lejos cogiendo la mano de su madre para hacerla asentir sin más.

Y por fin, el perro de la estación de servicio, que me huele la soledad, se acerca moviendo el rabo a ofrecerme su compañía.
Que bueno es tener un amigo, le dije, si hubiera sabido que estabas esperando, hubiera venido antes, me hacia tanta falta este desinteresado cariño sin reproches ni preguntas.... Amigo, te dejo aquí saludando a otros que como yo vaguen perdidos, pero me llevo la parte que me has dado, amigo sin nombre, debes saber que te recordaré hasta que pueda.

Lo negro sigue definido en incontables curvas de trazada imposibles. En el paso del Umbrail,  ya no llueve, el día me ofrece la impoluta blancura de la nieve recién puesta, y de nuevo el reto de los límites, o subir a cumplir con lo pactado, o guardar otra derrota en el cajón de la sensatez.

Me detengo y me doy el gusto observar a todos los que estaban allí parados respetando la nieve. La moto se siente capaz, poderosa y yo siento el placer de vencer a la duda y al final acelero despacio y empiezo a subir la primera de las 48 vueltas. Tres motos más me siguen, otros que sometidos al fracaso han decidido volverse, nos pitan según vamos ascendiendo. Muy despacio las curvas van pasando, las motos bufan y el frío cala hasta los huesos.
Vamos ascendiendo y mientras seguimos marcando una sinuosa huella de plata en la alfombra de nieve y en la propia memoria, solo cuatro profundas rodadas marcan el camino del paraíso y de la gloria.
Es una pena que las nubes no nos dejen ver el paisaje, pero ya estamos en el cielo y en lo más alto junto al hotel Stilfserjorh. Allí, los cuatro nos vimos por fin las caras, sonreímos y nos dimos un apretón de manos. Eso fue todo, no hubo más y ese, posiblemente, haya sido el más preciado reconocimiento, ni preguntas, ni comentarios, nadie quiso saber más, con lo que habíamos visto era suficiente.

Mi admiración y respeto compañeros, buen viaje.

La botella de los sueños


Un sueño es el único arma que libera todo tipo de esperanzas.


Esperanzas de volver atrás, de enmendar los tachones de nuestras cuentas, de reparar ese saco roto donde cayó todo el tiempo perdido.

Tal vez, sólo un sueño, una insensata ilusión sea capaz de encender una llama de aclarar una mirada o de sentir las mil mariposas que te hurgan en el alma y te la revuelven en una especie de vahído, o de escalofrío.

Nunca los sueños estuvieron amparados por la razón, y ahora no merece la pena preguntar a nadie por el imaginario de una noche de luna mora.

Ahora, solo cabe esperar la dulce esperanza de volver a soñar

Tiempo de caza.



Entra la noche como un animal sigiloso y entre las sombras de las montañas arrebatadas a la luz de la luna se encuentra la de un hombre partido por la desazón de la espera hasta la nueva mañana que amanecerá, como siempre, consciente de su necesidad.

La buena noticia es que estás sólo, la mala, es que la soledad no es la mejor compañera cuando la desesperación te hurga las entrañas.

El frío de la noche no es suficiente para mantenerte despierto, sonidos tal vez imaginados anuncian problemas.

El arma esta fría la sientes como un reptil duro bajo tu cuerpo miras a través de su mortal ojo y se ve un vacío inevitable un vacío presente y futuro, tal vez eterno. Ves los lugares que ocuparon otras vidas, ves las sombras de cuerpos que van a morir, ves la desdicha de familias enteras.

La noche dice que todo es noche, que la luz es una quimera, un invento moderno.

Todos buscamos la oscuridad, nadie mira al sol después de muerto.

Me dice, que ella es mi amiga y que el simple hecho considerarse pecador, es en realidad el único pecado que puede cometer el hombre.


Pecar de orgullo.

¿Quién puede ofender a un Dios que todo lo contempla y todo lo admite?

Ni siquiera un tiro, aunque sea de gracia, está supeditado a condena.

Solo el orgullo de creerse pecador necesitaría una severa enmienda.



No me tranquiliza ver a través de la frialdad de este fusil el paso de otros hombres que, alguna vez, habrán mirado al otro lado de su arma y habrán visto un hombre sólo, enredado en una madeja de desazón y arbusto, aguardando la mañana.

Sin duda, alguna vez la frágil noche afgana habrá aliñado sus culpas y sus desazones.

Personajes de los cuentos.


Sólo nos queda ya recorrer este sencillo paseo.

La puerta siempre estará abierta, y una tenue luz encendida.



Nadie habrá esperando a nadie.



No poderse resistir al avance, lo mejor.

Lo peor, no hay vuelta atrás. 



Sólo quedaran unas pocas fotos amarillentas,

cubiertas por la herrumbre y el polvo de los años.



Como los espejos van perdiendo el azogue,

esas imagenes irán perdiendo su propia memoria.



El tiempo nos convertirá en personajes anónimos

de un cuento , que como todos los cuentos,


habrá sido inventado.

Luego no digas que no te avisé.


En esta tranquila tarde de lluvia, lo primero, adecentar el cuarto oscuro para encerrar, allí, castigada, toda la determinación que se atreva a molestar.

Hoy no habrá voluntad alguna, simplemente, música que me haga recordar. Como si fuera una banda sonora de una película antigua.

Música de instrumentos locos sonando al compás de viejos recuerdos



Quiero un cerebro vacío de pensamientos, invernando en esta tarde estéril y lluviosa de finales de agosto. Quiero una luna opaca y tierra húmeda que huela a heno recién cortado.

Quiero redimir, olvidar todo esfuerzo anterior y ausentar los miedos al deterioro que consume cada día esta cabeza, viejo albergue de aquellos pájaros de juventud y locura que tanto hace que partieron.

Solo van quedando losas pesadas e inquebrantables sin nombres ni fechas.



Bajo esas lápidas, duermen recuerdos amortajados con sabanas de fantasía.

El pasado, poco a poco, va convirtiéndose en algo ajeno, irreal, llega a ser un sueño desvelado por las campanadas de algún viejo reloj de pared.




Viejas fotografías desde su intemporal memoria, cuentan alguna historia y evocan un vago efluvio de nostalgia.

Pero todo lo que quedará al final, será la nada.

Ni nostalgia, ni añoranza, ni siquiera, deseo por recordar.

La nada es absoluta, no habrá tampoco lazos que nos aten a la memoria de otros.


La nada se convertirá en un acto de egoísmo y caridad supremo y nos redimirá de toda culpa.



He oído miles de veces las campanadas de este viejo reloj de pared que siempre fue consciente de sus horas imperfectas pero nunca dejó de sonar marcando el compás único y particular de nuestra vida.



He escuchado su voz ronca y hueca que con inexorable solemnidad me decía:

-Escucha hijo, luego, no digas que no te avisé.

El eterno adolescente.



Afortunadamente, siempre tuve claro quien o qué soy. Es muy fácil de adivinar cual es mi error.


Son esas rutinas, esas costumbres invariables de reo del desaliento, la marca de mi generación.


Una y otra vez acabé esperando que llegase el domingo y allí sentado en este mismo muro, fumando uno y otro cigarro aguardaba que fueran pasando una tras otra, todas las horas del día y cuando habían transcurrido todas ellas, sin más esperanza ni entusiasmo, acostaba este cuerpo sumiso a sus vicios y al tedio.

Nunca vi más allá del domingo ni del muro. Por eso permanecí en él, una y otra vez y otra vez más. Fumando, ahí sentado, sin mas paisaje que una torre metálica de la luz y una fachada oscurecida por el polvo y el hollín de las calefacciones.

Siempre anclado a esta valla o a esta vida. Y los años, pasan y pasaran una y otra vez, con todos y cada uno de sus días y de sus horas, y yo estaré invariablemente en el mismo muro todos los domingos.
Como un árbol enraizado en el duro hormigon, espero, como siempre, una y otra y otra vez más, que lleguen los brotes verdes a mis ramás.

Y una y otra y otra vez mas, el futuro es un cigarro tras otro y esperar, esperar y esperar.


martes, 2 de noviembre de 2010

EL BEATO DE TURCIA Y SU APOCALIPTICA PREDICCIÓN

  



      Los pronósticos de apocalipsis suelen venir de algún inocente. Lo que pasa es que uno, después de tanto rodar, sintoniza más con la Traca Apocalíptica del Beato de Turcia, el Finis Deleitosus, que predice la disolución cósmica con un gran orgasmo multitudinario. Será la convergencia de, al menos, un quinto de la humanidad en ese punto y momento de transposición venérea, lo que provoque una suerte de volatilización general  La extrema fuerza de un deleite compaginado en tan grandiosa coincidencia, como sublimatio desintegradora y feliz. Ese si que me parece un espléndido destino apocalíptico, una gran traca seminal y desde luego, un definitivo acto de justicia para nuestra baqueteada y contingente condición.

AXIOLOGIA

No se trata de saber lo que nadie puede saber, mucho más simple mi pretensión es llegar a la indiferencia plena acerca de esas preguntas sin respuesta, esas preguntas sujetas a la retorica, a las teorías y a los dioses.
El gran problema social del hombre está en lo objetivo y lo subjetivo, de la totalidad de los valores incluyendo el tiempo.
El objetivo, según Max Scheler, es la base del hombre y del conjunto social. La realización de los valores se concretiza en modelos humanos. Dichos modelos serían el héroe para los valores vitales, el genio para los valores espirituales y el santo para los valores religiosos El subjetivismo entenderá que lo estrictamente humano es la medida de todas las cosas, de lo que vale y de lo que no vale, y de la misma escala de valores, sin sustento en la realidad exterior.
La belleza nunca será una captación comprobable del mundo exterior.
Pero podría darse un subjetivismo, donde cada ahora, cada presente, fuera compone un único momento universal, un instante intimo de conjunción de voluntades donde todo se integra en el infinito de una historia, de un tiempo que previsiblemente con la reiteración de lo indefinido y la eternidad, se repetirá una por una incontables veces y ahí estará la belleza, la alegría o la tristeza instantáneas y a la vez enraizadas en el objetivismo del individuo. Los modos y las formas de esa reiteración no importan, dado que todos somos parte del Todo. En cada renovación de este Todo nos convertiremos en algo distinto, sin embargo, la combinatoria y las leyes de la probabilidad nos harán llegar, a base de tiempo y repeticiones, al instante justo donde estamos ahora y así se debería cumplir una y otra y otra vez durante toda la eternidad.
Por eso lo que cuenta, es este presente infinitas veces repetido e infinitas veces por repetir.
Dejar todas las preguntas y sus respuestas dentro del tintero del poeta y vivir cada día aprovechando lo mejor y lo peor, esa es la única y verdadera axiología.

VIDA DE PERROS



Cada día que pasa aparecen nuevas marcas de sabanas arrugadas en la cara de este infeliz que se contenta con la ilusión de que desaparecerán con la ducha.
Sin embargo, no hay consciencia de que todas las marcas son temporales y que todas desaparecerán con el tiempo, ese dios por el que todo pasa y que todo lo puede.


Mi perro, me lo dijo antes de morir, todo lo que he sido, ese cachorro juguetón, y también este viejo perro arrugado, quedará en ti hasta que el todopoderoso tiempo, te lleve también.
Entonces, tan importante habrá sido tu vida como la mía, porque ambas serán la misma.


Bien pudiera ser, decía, que esos momentos sólo nuestros, que esos ratos que compartimos juntos estuvieran vivos.


Es como si nuestra historia, tuviera vida propia, como si formara en sí misma, un ser hecho de recuerdos que va envejeciendo y deformandose por culpa de la fantasía tal como los hombres y los perros se van llenando con marcadas arrugas de deterioro y de olvido. 
Ahora, sé lo que me quería decir.
Tengo más arrugas y también otro perro.

Casi llueve esta mañana


Necesito una música especial para un día nublado como hoy, quiero ver desde mi ventana como caen algunas hojas del viejo roble, y el viento las mece con sumo cuidado hasta depositarlas en la tierra a donde todo vuelve.
Un mirlo, se asusta por que los niños chillan camino de la escuela.
Niños alegres, niños que serán hombres honrados o corruptos, crueles, desalmados o compasivos y humanos.
Estos niños van jugando con el mísero tiempo que les queda para jugar, el viejo roble, con su terca determinación hará brotar nuevas hojas en la próxima primavera para que el otoño y el viento, inevitablemente se las arranquen.
Los niños crecerán y vendrán otros nuevos para asustar a los mirlos, mientras en esta vieja ventana dejara de adivinarse la mirada de una silueta aunque siga sonando la misma canción que pregunta “porqué”.